La otra orilla

'Aquarius'

España debe hacerse oír en Europa impulsando políticas de solidaridad

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dio instrucciones el pasado lunes para que España acogiera en el Puerto de Valencia al barco Aquarius, que navega por el Mediterráneo con seiscientas veintinueve personas, rescatadas frente a la costa libia la noche del sábado al domingo por Médicos Sin Fronteras (MSF) y SOS Mediterranée, y que fueron abandonados a su suerte tras impedir su entrada en Italia el nuevo ministro del Interior, el racista Matteo Salvini.

Son migrantes que han huido de su país para poder seguir viviendo, personas que quieren alejarse de las guerras, del hambre y de la miseria, que buscan en Europa una tierra de acogida donde poder empezar de nuevo, personas que no han dudado en echarse a la mar en unas míseras pateras, que huyen de la muerte para aferrarse a la vida. El gesto del presidente del Gobierno español es un gesto humano, un gesto solidario, un gesto de acompañamiento, un gesto de esperanza, que todos debemos apoyar, más allá de las ideologías. No son de recibo algunas de las declaraciones de algunos dirigentes del PP.

Pero el gesto de nuestro Gobierno no puede ser sólo un gesto simbólico, debe ir acompañado de políticas que favorezcan la migración, de políticas justas con los que deben abandonar su país por guerras y hambrunas, buscando un futuro mejor para ellos y para sus familias. España debe hacerse oír en Europa impulsando políticas de solidaridad, que vuelvan a hacer del continente un continente ilustrado y humano, que lo alejen de las tentaciones racistas y ultraderechistas que entienden la patria como algo cerrado y propio, que dividen el mundo entre seres superiores y seres inferiores.

Por eso, humildemente, quisiera pedir a nuestros gobernantes que empezaran a gobernar desde la solidaridad; y una forma coherente con la decisión de la acogida de estas seiscientas veintinueve personas sería eliminar las concertinas situadas en nuestra frontera con Marruecos, esas cuchillas de la muerte. Pero hay más, también se podrían suprimir los CIES, esos centros de hacinamiento, que penalizan y tratan como delincuentes a los migrantes que llegan a nuestras costas. Y puestos a pedir podríamos suprimir las devoluciones en caliente, mientras se deroga la Ley de Extranjería y se sientan las bases de unas nuevas relaciones con quienes no cometen más delito que querer vivir dignamente y en paz, porque a la vida no se le pueden poner fronteras.

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