HABLADURÍAS

Fernando Taboada

Arriba, parias de la Tierra

12 de septiembre 2009 - 01:00

CON el puño levantado. Así veíamos a la ministra Aido en una reciente fiesta que celebraron los socialistas. A muchos no les ha gustado la foto, bien porque esos gestos siguen dando repelús a los conservadores, bien porque hay quien no se traga que la lucha obrera la abandere gente que todo lo que sabe de ella lo ha visto en el cine. Pero a ver. Si a los niños de papá les ha dado por imitar a los radicales vascos y ahora se divierten apedreando a la policía; si el último pregonero de las Fiestas de la Vendimia dice que siempre ha estado "contra el sistema", ¿por qué no va a tener derecho a levantar el puño y cantar La Internacional la gente guapa de este país?

¿Por qué renunciar a una diversión tan inofensiva como la de reivindicar los derechos del trabajador? No todo el mundo tiene la suerte de haber sufrido en sus carnes un despido improcedente. Por ello se hace necesario crear unos espacios lúdicos donde los que aún quieren disfrutar de la lucha obrera puedan sublevarse a gusto, sin perder el glamour y sin molestar a los vecinos. De la misma forma que hay parques temáticos donde el visitante disfruta de los personajes de Disney, se podrían inaugurar recintos en los que vivir a tope el espectáculo de la lucha de clases. Previo pago de una entrada, con descuentos para grupos y desempleados, estaría muy bien abrir al público parques de atracciones de inspiración proletaria que, con un nombre pegadizo -Lucha Mágica, Terra Obrera-, hicieran las delicias de grandes y pequeños.

Amenizadas por una cuadrilla de actores (contratados en calidad de voluntarios para evitar el fantasma de la explotación) y con la ayuda de unos simuladores, se podrían organizar allí asambleas clandestinas, pegadas de carteles y algaradas con persecución policial incluida. Unas barricadas patrocinadas por las principales marcas de refrescos vendrían de perlas para vivir en compañía de los sobrinos el auténtico ambiente incendiario de una huelga general. Con carreteras como las de verdad, para cortar el tráfico sin mayores trastornos, sería fantástico evocar los disturbios de Astilleros y descargar adrenalina arrojando herramientas de gomaespuma. Un sinfín de atracciones, con montañas rusas (o directamente soviéticas), talleres de confección de pancartas, además de un karaoke para interpretar los éxitos de la canción protesta, harían del conjunto un lugar único para todo tipo de celebraciones. Tenderetes donde adquirir pegatinas (Mola ser marxista, Yo amo a La Pasionaria), cabinas donde experimentar huelgas de hambre en tres dimensiones y un casino para apostar (tres contra uno a que se cierra la fábrica de botellas, doble o nada a que Opel desmantela su factoría de Zaragoza…) bastarían para hacer de éste un sitio ideal en el que disfrutar, en familia o con amigos, de la mejor lucha de clases. ¿Y aún hay quien dice que el sindicalismo es cosa del pasado? Será porque falta olfato comercial.

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