In memorian

Andrés Contreras

Despedida a Miguel

HOY lógicamente es la despedida más dolorosa que hago a Miguel Primo de Rivera. Tuve ocasiones de varias despedidas anteriores, circunscritas a lo que dejaba en diferentes etapas de la vida que hemos compartido en 53 años. Y en todas he destacado de Miguel las mismas características de su gran personalidad y humanidad, porque aun en el paso de tantos años, siempre ha sido el mismo Miguel: directo, preciso, sencillo, sincero y transparente, abierto, con naturalidad ante todos, con propios y adversarios, sin rencor a nadie ni a la historia, con el abrazo efusivo por delante, con pasión en lo que se comprometía, con gancho en su trato y contagioso de entusiasmo, alérgico a los halagos y huidizo de formalismos, como era el caso de las despedidas.

La primera fue al dejar la Alcaldía con un balance extraordinario de gestión, cuando se despedía de su Jerez, del que nunca se despidió e incluso ha sido motivo de cierta obsesión en los años de enfermedad, como si la vida limitada pudiera reducirle su pasión y cercanía a Jerez. Valoró, con el júbilo de un graduado, que la corporación municipal con gobierno del PA de Pedro Pacheco le dedicara la plaza de Alcalde Miguel Primo de Rivera. Disfrutó conociendo la tesis doctoral del historiador Manuel Ruiz Romero sobre su figura, pendiente de publicar, que ha sido presentada en actos organizados por gobiernos municipales de PP y PSOE.

Distinciones continuadoras de la designación de Alcalde Perpetuo de Jerez, que en mi percepción ha sido el título que Miguel ha valorado más en su vida. Aunque por encima de todo, de lo que estaba orgulloso es de haber conseguido un cambio en la configuración social de Jerez y un nuevo modelo de ciudad que eliminaba déficits estructurales en educación, vivienda, sanidad, urbanismo, infraestructuras y desarrollo empresarial. La segunda fue personal en uno de tantos almuerzos personales que alimentaban la amistad. En realidad, fue el anuncio expreso de no continuar en la política cuando tenía 46 años. Era consciente de haber asumido públicamente un papel protagonista en la historia de España por su defensa del proceso democratizador como ponente de la Ley para la Reforma Política de 1977, que junto a su amistad personal y su sintonía política con el Rey Juan Carlos, le situó en un primer plano de la vida nacional, siendo un referente histórico en las políticas de reforma y consenso que posibilitaron la Constitución. Su intervención como secretario del Consejo de Reino fue crucial en la designación de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno así como su participación activa como senador real en los trabajos y debate de la Constitución de 1978. Entró en la política cuando lo consideró un deber y salía de la política cuando vio cumplido su compromiso. No ha pasado factura a la sociedad ni a las instituciones por las aportaciones realizadas. Ha huido de los réditos que concede la política para continuar en ella, en la vida empresarial o en los negocios. Huyó de las ambiciones, lobbies y recovecos de todo tipo, manteniendo su propia personalidad e independencia.

La tercera despedida fue como presidente de la Empresa Nacional para el Desarrollo de la Industria Alimentaria (ENDIASA). Miguel afrontaba otro reto en una empresa constituida por el INI en 1975, que emprendí con él como director general. En diez años se crearon veintidós empresas mixtas de capital público y privado, algunas tan importantes como la primera extractora de soja en España en el nuevo puerto de Barcelona, los inicios de la acuicultura, la localización de nuevos caladeros pesqueros para la flota española y otras de desarrollo regional. Miguel demostraba también su capacidad de excelente gestor empresarial en el ámbito público. Su partida fue quizás exigencia del guión del PSOE que llegaba al poder. Con su nobleza y altura de miras, Miguel consideraba que la monarquía y la democracia se consolidaban con la llegada de un gobierno del PSOE.

Comenzó luego una extensa etapa de actividad empresarial, en gestión ejecutiva y desde consejos de administración de sociedades del mayor nivel y dimensión nacional. Además de ellas, creamos juntos una sociedad de planificación económico-financiera de grandes ámbitos urbanísticos, con éxito. Cuando en 2004 cumplía 70 años, me anunciaba su despedida paulatina de sociedades, dejando tras de sí una gran gestión, un montón de amigos y admiradores de su valía y eficacia.

Seguimos frecuentando nuestra amistad en periódicos encuentros de los dos solos, en reuniones en las que yo iba apreciando, seguro que él también, el desgaste de tanta vida intensa de amigos y recuerdos. Las reuniones se fueron espaciando hasta ser solamente llamadas telefónicas, que se convirtieron en sucesivas despedidas, con repetición de una frase que me emocionaba: Andrés, hermano, se te quiere. Y para animarle le decía cuando te pongas bien nos vemos, siempre contestando: cuando se me vayan los vértigos.Lo que son las cosas. Miguel nunca tuvo vértigo en su vida. Ni de su responsabilidad política, ni de tanto peso de Primo de Rivera, ni de tanto liderato requerido y practicado, ni de tanta lealtad mantenida, ni de tantas amenazas retenidas sin darlas a conocer, ni de tanta guarda de secretos de estado, ni de tantas pasiones y aficiones, ni de tanto volcán, ni de tanta alta velocidad para transformar Jerez, ni de tanta apuesta y trabajo en la transición a la democracia, ni de tanta aceptación de riesgos en retos, reformas o rupturas.

Todo vivido con grandeza. De tal forma que Miguel, aun siendo Grande de España por Primo de Rivera, ha demostrado que la grandeza es esencia, obviamente, de la persona, del gran Miguel a secas que se ha ido en tantas despedidas

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