Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Entre paréntesis

rafael / navas

Atrapados

MIENTRAS en Madrid se sigue escenificando la falta de acuerdo que marca la política nacional, la otra política, la pequeña, la de cada día, trata de abrirse camino como puede entre los problemas cotidianos de las personas. Porque esas inquietudes diarias que parecen insignificantes ante las estrategias de los partidos no pueden esperar. Pero la política local está expuesta cada vez más, y de qué forma, a lo que pasa en el Gobierno de la nación, donde se decide si continúan las diputaciones o si se extinguen fundaciones municipales, si se abre la veda para endeudarse o si se permiten gastos 'extraordinarios' en los ayuntamientos. El caso de Jerez es especialmente significativo. Una ciudad tristemente famosa por tener una mil millonaria deuda ha de estar recurrentemente llamando a la puerta del Gobierno en Madrid porque hasta para comprar un lápiz tiene que pedir permiso. Esta intervención de la ciudad va para largo, así que el papel del actual gobierno municipal (y a buen seguro de los que vendrán mucho tiempo) es el de tratar que al menos esa dependencia económica no se traduzca en una paralización que haga poco atractiva cualquier inversión. Las estadísticas oficiales, como las que se han hecho públicas esta semana, sigue situando a Jerez en el grupo de cabeza de las ciudades con más paro y menos renta del país. Como apunta el presidente de los empresarios de la provincia, el jerezano Javier Sánchez, sólo con la llegada de grandes industrias se puede acabar dando la vuelta a esas estadísticas. Y si la ciudad no es atractiva para la inversión, esas industrias no llegarán nunca. Una perversa pescadilla que se muerde la cola. ¿Cómo convertir un lugar donde se vive muy bien, bendecido por la Naturaleza y con buenas infraestructuras de carreteras e incluso un aeropuerto, en un lugar en el que también se crea mucho empleo? Esta es la pregunta del millón y el quebradero de cabeza de miles de personas que se habrán indignado al ver que esta semana los grandes políticos de nuestro país no son capaces de llegar a un acuerdo en una situación de emergencia social, que es la que indican frías estadísticas y hechos palpables.

A la frágil situación del gobierno municipal tras las elecciones de hace casi un año hemos de añadir ahora la situación de incertidumbre política que vive el país y que no es precisamente caldo de cultivo para la llegada de inversiones o la recuperación definitiva del consumo. Un panorama poco halagüeño ante el que sólo nos queda confiar en el buen hacer de los responsables de la maquinaria de la Administración para que ésta no se detenga (y hay mucho miedo entre los funcionarios a firmar hasta un autógrafo) y por supuesto de los políticos, a quienes se les exige altura de miras como si estuviésemos predicando en el desierto. Precisamente el lugar en el que nos vamos a convertir si no se produce un milagro y reaccionan ya de una vez quienes nos han llevado a esta situación y quienes tienen la obligación de sacarnos, a menos que quieran pasar a la historia como la peor generación política de nuestro país. Aunque a algunos, la verdad, no creo que esto último les importe mucho.

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