¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
RECIBO un correo de un partido desconocido solicitando mi aval para poder concurrir a las elecciones generales. La primera reacción es puro instinto de demócrata: dárselo. Luego me informo de que sólo se puede avalar a una formación y ya me entran las dudas. Firmarle a este primer solicitante significaría no poder firmar a ninguno más.
Esta novedad procede de la reforma de la Ley Electoral que pactaron PSOE y PP en enero pasado, desaprovechando, por cierto, la oportunidad de hacer un cambio de legislación más profundo, acorde con las necesidades del sistema democrático. Desde entonces, los partidos, federaciones o coaliciones que carecen de representación parlamentaria necesitarán la firma de al menos el 0,1% de los electores inscritos en el censo de cada circunscripción por la que pretendan presentarse en la siguiente convocatoria.
No es mucho: unos 35.000 avales si se quiere concurrir en todo el territorio nacional. Pero puede ser demasiado para muchos partidos y agrupaciones minúsculos o desconocidos. Y no tan minúsculos. La norma va a obligar a hacer un esfuerzo de representatividad y eco social a organizaciones políticas regionales que han llegado incluso a gobernar, solos o en coalición, en su comunidad autónoma. Es el caso del Partido Regionalista de Cantabria, el del inefable Miguel Revilla, o de la Xunta aragonesa. Ambos no sacaron escaño en las Cortes de 2008 y ahora deberán cumplir los mismos requisitos que el Partido Animalista y otros colectivos muy particulares. Pero tenemos un ejemplo más cercano, el del Partido Andalucista, que llegó a juntar cinco diputados en sus mejores y lejanos tiempos.
La justificación de socialistas y populares es que con la ley anterior se había detectado la existencia de individuos que se presentaban a los comicios sólo para salir en la televisión -aunque fuera en los espacios gratuitos que no ven ni los familiares de los candidatos- y hacerse con una copia del censo electoral con fines comerciales, o peor que comerciales. Pero no deja de ser una obstáculo más para desmoralizar y sacar del juego político a los partidos muy minoritarios, auténticos pezqueñines de la vida pública, cuya presencia es conveniente para garantizar el máximo pluralismo posible, aparte del elemento colorista y folclórico que en muchas ocasiones aportan.
Finalmente, la Junta Electoral ha dado veinte días a estos grupos -desde la convocatoria oficial de las elecciones, el próximo día 27- para recabar los avales, que habrán de confirmarse mediante el DNI electrónico o rellenando un impreso, sin necesidad de pasar por el notario. Pero, ya digo, la dificultad es que solamente se puede avalar una candidatura, no sé por qué.
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