Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 31 de diciembre de 1946: Argudo, García-Figueras y Montenegro
LAS primeras noticias que tenemos de la relación de Juan Bautista Vázquez con Jerez se remontan a 1569, una vez que el maestro se había establecido en Sevilla, a cuyo arzobispado pertenecía esta población. En nueve de febrero de este año, el mayordomo de la parroquia de San Miguel, Andrés López Farfán de los Godos, otorgaba un poder en favor de Juan Benítez Camacho y del entallador Nufro de Ortega, ambos vecinos de la ciudad hispalense para que allí, compareciesen "ante el señor don christoval de padilla dean de la santa yglesia de sevilla e provisor de ella e ante otros quales quier Juezes e Justiçias de donde mas convenga" y defendiesen a la fábrica de la parroquia de Vázquez, domiciliado en Sevilla en la colación de la Magdalena, quien pedía un dinero "de çierta ymagineria de un Retablo". El problema parece que se resolvió de inmediato, ya que cinco días más tarde Diego Fernández, entallador sevillano, en nombre de Juan Bautista Vázquez que le había otorgado un poder ante el escribano hispalense Juan de la Coba el 29 de septiembre de 1568, daba por libre a la Fábrica de San Miguel de 103 ducados que le adeudaba "por la ymagineria que haze para el retablo del sagrario de la dicha yglesia", con lo que nos queda claro el destino exacto de la obra del escultor para el templo Jerezano. El antiguo sagrario de la parroquia de San Miguel estaba situado en la cabecera de la nave del evangelio, pero en el siglo XVIII, debido al aumento del culto eucarístico y sobre todo, por el lugar en que se veneraba al Santísimo, en un lugar abierto en una de las naves de la iglesia, se decidió construir una nueva capilla sacramental, obra que se realizó, incluyendo un retablo nuevo, entre 1717 y 1770. El retablo primitivo perdió su razón de ser, y fue sustituido por uno neoclásico, en el que actualmente se venera al Santo Crucifijo de la Salud.
En 1573 volvemos a tener una noticia que relaciona al maestro con Jerez. El 23 de octubre de dicho año otorgaba una carta de recibo en Sevilla, en la que se daba por pagado de Pedro de Sierra de la Cueva "por la hechura de la figura de san marcos que yo fize de talla para la dicha yglesia". La citada talla fue identificada por Hipólito Sancho, con gran acierto, con la que se encuentra en citada parroquia, en uno de los muros de la capilla de los Pesaños. La obra se encargó para figurar en el retablo mayor de la iglesia, y allí estuvo hasta el siglo XVIII, en que se reforma y es sustituido por un lienzo. Sin embargo, la escultura permaneció en el templo, aunque hay que decir que ha llegado hasta nosotros muy alterado a causa de varias restauraciones pésimas.
La talla que se conserva en la parroquia es de un tamaño un poco menor que el natural. El evangelista, que viste túnica y se cubre con un manto, está sentado y tiene ligeramente adelantada la pierna izquierda, que se puede ver bajo el manto. Sobre la falda tiene el Evangelio y apoya sobre él la mano izquierda, mientras que la derecha la tiene levantada y sostiene con ella una pluma. Pese a la horrenda policromía que cubre toda la obra, fruto de la última intervención que sufrió, podemos apreciar la calidad del rostro de la imagen, algo enjuto, como es característico en otras figuras masculinas de Vázquez, pero de una belleza innegable y muy bien proporcionado. La cara queda enmarcada por unas largas guedejas de pelo negro y una larga barba. El contrapunto de la escultura aparece en la cabeza del león, símbolo del santo, que asoma a la derecha de la figura principal. El animal aparece representado de un modo grotesco, como si fuese una máscara, probablemente por el desconocimiento del autor de la verdadera anatomía de un león, animal que era muy difícil que hubiese visto alguien que vivía en la Sevilla del quinientos.
En torno a 1579 había una serie de incógnitas respecto a la vida de Juan Bautista Vázquez el Viejo. Los únicos datos que se conocían los daba Cristóbal Medina Conde, canónigo e historiador de la catedral de Málaga, quien en 1785 nos dice, tratando del citado templo como "en 1579 vino de Sevilla el Escultor Baptista Vázquez y dio la Traza para el primer Retablo del Altar mayor y de la Capilla del S. Manrique". Sin embargo, el autor no especificaba de dónde había sacado estos datos, e incluso en el mismo libro, al referirse a la obra del altar mayor, indica que fue en 1578 cuando Vázquez dio sus trazas. Esto ha hecho a algunos autores contemporáneos poner en tela de juicio las afirmaciones del canónigo, incluso en una reciente historia de la catedral se pone 1579 sólo como fecha aproximada en la que se pudo realizar el retablo de la capilla del obispo Manrique.
El 3 de marzo del citado año, Vázquez, todavía vecino de Sevilla, se obliga a hacer al escribano jerezano Andrés Álvarez de Monsalve una cama de madera de roble según la traza y modelo que quedaba en poder del escribano ante quien se otorgaba el contrato, y que por desgracia se ha perdido. El plazo de entrega del mueble, según el otorgamiento, era de nueve años, lo que imaginamos que será un error del escribano al querer anotar nueve meses. No debemos de extrañarnos de que un escultor recibiese el encargo de una cama, que al fin y al cabo consideramos un mueble de uso común. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos poder dormir en una cama era un verdadero lujo. La mayoría de la población lo hacía en camastros o directamente en unos jergones en el suelo. La cama era un signo de distinción social, y no era extraño que su hechura se cuidase, como vemos, hasta el punto de encargársela a un escultor.
Un mes más tarde, el 11 de abril, se concierta para una obra de gran envergadura con Martín Ochoa de Ocaris y Olañaga, en representación del Monasterio de San Francisco de Jerez, para hacer la arquitectura del retablo del altar mayor del citado cenobio. En el documento se indica que se habían dado tanto las trazas como las condiciones para la obra, pero ninguna de las dos se conserva en el documento que analizamos. Vázquez se obliga a terminar el trabajo en tres meses, indicándose que la madera la había de poner el convento y que trabajarían varios oficiales con el maestro.
El monasterio de San Francisco de Jerez se fundó en el mismo año en que la ciudad fue reconquistada definitivamente, 1264. Fue una de las casas religiosas más importantes de la población, de hecho, en la capilla mayor fue enterrada en el siglo XIV la reina Blanca de Borbón, mandada asesinar por su marido, Pedro I mientras que se encontraba presa en el alcázar de Jerez. Sin embargo, el convento siempre fue muy humilde, por lo que encargó a lo largo de su historia pocas obras de arte, y aun así, estas eran bastante modestas. Buena prueba de ello es la obra que nos ocupa, que no debió ser de gran calidad, atendiendo al plazo en que debía estar terminada. Además, el especificarse desde el contrato que iban a intervenir varios oficiales indicaba que se trataba de una obra de taller, en la que el maestro probablemente sólo diese unas directrices generales, o bien su intervención estaba limitada, lo que, lógicamente, abarataba los costes.
El retablo mayor de San Francisco fue sustituido en 1699 por otro nuevo, quizás para darle más prestancia a la iglesia, ya que habría estado en ella un retablo excesivamente pobre. Sin embargo, se conservaron varias partes de la obra retirada. El derrumbamiento de la mayor parte de la iglesia del cenobio acaecida en 1771, la Desamortización (durante la cual los restos del retablo fueron trasladados a otro convento) y un incendio en época reciente, han hecho que llegue hasta nosotros sólo un relieve del citado retablo, y en muy malas condiciones. Se trata de una obra de un rectángulo de gran altura (más de dos metros y medio) en que se representa la Pentecostés. Está dividida en dos registros. En el superior se ve en el centro ala Espíritu Santo, en forma de paloma, y flanqueándolo dos parejas de querubines dispuestos en diagonal desde cada extremo del recuadro. En la parte inferior aparecen apiñados los doce apóstoles y las tres Marías en una especie de corro en cuyo centro está la Virgen sentada. Mientras que el resto de las figuras parece que están de pie, los dos primeros apóstoles se encuentran arrodillados ante la Madre de Cristo.
En el contrato no se menciona nada de la realización de las escenas del retablo, pero es posible que Vázquez y su taller realizaran esta pieza. Es cierto que la talla no es de gran calidad, lo que se acentúa por el mal estado de conservación de la pieza, en la que tan sólo podemos apreciar algunos restos de policromía, pero en ella se pueden apreciar los rasgos característicos de la obra del maestro, como la forma excesivamente redondeada de los rostros femeninos, frente a la delgadez de los masculinos, y la disposición de los paños en estrechas bandas que acentúan el movimiento diagonal, como se puede apreciar en el apóstol que aparece arrodillado a la izquierda de la Virgen. Por tanto y dada la mediana calidad de la obra, pensamos que puede tratarse de una pieza de taller, en la que, como dijimos antes, el maestro habría realizado algunas intervenciones, y por supuesto habría dado las líneas generales, pero el resto del trabajo habría quedado en manos de los oficiales.
Imaginamos que debido al éxito profesional que Vázquez estaba disfrutando en Jerez, el escultor decidió alquilar una casa. El 25 de octubre de 1579 se concertaba con Juan Jiménez, sastre, para arrendarle por ocho meses dos habitaciones y un portal en el segundo patio de unas casas que el sastre tenía a su vez alquiladas del jurado Fernando de Cazorla, en la calle de los Tundidores, hoy San Cristóbal. El arrendador especificaba a Vázquez en el contrato que "en la casa puerta de las dichas casas aveys de tener un banco y un ofisio", con lo que además de la casa, comprobamos que le daba a renta un taller.
La última noticia que tenemos de Juan Bautista Vázquez como vecino de Jerez es del día de nochebuena de 1579. Por lo que parece, el escultor no había podido ocupar la casa que alquiló durante todo el periodo de la renta, ya que en esa fecha se encontraba preso en la cárcel pública por un dinero que le debía (no se especifica por qué concepto) a Cristóbal de Astorga. Éste le había embargado, y al no tener con qué responder al embargo, el maestro fue encarcelado. En ese momento, el moroso llegaba a un acuerdo con el acreedor, y se obligaba a pagarla cantidad que debía a plazos a un tercero, el caballero veinticuatro Cristóbal de la Cueva, que a su vez era acreedor de Astorga.
Hasta aquí llega el periodo que hemos podido probar la estancia de Juan Bautista Vázquez el Viejo en Jerez, documentado en la ciudad durante algo más de nueve meses. Probablemente el maestro vendría a esta localidad en busca de encargos, como antes habían hecho Heredia, Jerónimo de Valencia y Voisín, ya que, si bien no tanto como Sevilla, Jerez era una ciudad muy próspera en aquellos momentos. El comercio de trigo, y sobre todo el de vino hacia los países del norte de Europa había generado grandes riquezas, lo que se traducía en encargos de retablos para capillas funerarias, y otras obras para las diferentes instituciones religiosas locales, que recibían importantes donaciones, además de las rentas propias de cada convento, que les permitían afrontar grandes encargos artísticos.
Sobre las causas del abandono de Vázquez de Jerez es posible que lo hiciera a causa del desagradable episodio de su encarcelamiento, pero también es posible que esto no tuviese nada que ver, ya que, al igual que muchos otros artistas de su tiempo, el andar de una ciudad a otra formaba parte del oficio.
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