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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Bendición franciscana según Sevilla

El año sevillano empieza dando forma en San Lorenzo a la bendición de Aarón y San Francisco

En la hermosa última mañana del año –cielo gris terciopelo del manto de la Virgen de Loreto, contornos suavizados por la niebla– montaban guardia de azahares los cinco naranjos del jardín del doctor Ismael Yebra en la barreduela de San Isidoro. Estaban cuajados de naranjas que pedían a mudos gritos ser recogidas para liberar el camino por el que se abrirá paso el azahar que le ofrendarán al Señor de las Tres Caídas en el altar de su azulejo. Quizás, dado lo temprano de la Semana Santa de este año, los cinco naranjos estén florecidos cuando el Señor de las Tres Caídas remonte la costanilla sobre el oro más alto de Sevilla, alzado sobre el alto monte de claveles entre sus altos candelabros. Que parece que los herederos de los cocheros de casas grandes quisieron alzar al caído dándole el alto y soberbio paso que para él creó Currito el dorador.

En las primeras horas de la tarde se pusieron las flores que ultimaban el altar de quinario del Gran Poder. Y el año empezó ayer como debe hacerlo en Sevilla desde que en 1799 la autoridad eclesiástica aprobó la Novena que para él escribió Fray Diego de Cádiz: honrando a su Señor y haciendo visibles en San Lorenzo las palabras de la invocación que Dios reveló a Moisés para que Aarón y sus descendientes bendijeran a los hijos de Israel. Palabras que se repitieron en todas las iglesias del mundo –porque hijos de Israel, judíos nuevos, somos los cristianos– en la primera lectura de la misa del primer día del año: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre tu rostro y te conceda la paz”.

Es la bendición que San Francisco escribió para liberar de sus tribulaciones a Fray León de Asís y se convirtió, junto al saludo “Paz y Bien”, en el santo y seña de los franciscanos, a cuya rama reformada pertenecía Fray Diego de Cádiz. ¿Casualidades? Quizás no. Se comprende que el capuchino fuera el apóstol del Señor del Gran Poder tras ver en él el rostro de Dios cuando predicó unos ejercicios espirituales en San Lorenzo en 1780: si hay un lugar en el mundo en el que Señor muestre su rostro de forma más verdadera y conmovedora es en la Basílica de San Lorenzo. Y en Sevilla, digámoslo sin temor de ser acusados de sacro chovinismo. Que el mismo día en que culmine el quinario del Gran Poder estará en besapié ese Agnus Dei de Zurbarán con forma humana que es el Señor de Pasión.

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