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Obituario

José María Castaño

‘El Bo’, el arte de Jerez que no tiene explicación

UNA tremenda casualidad hizo que me enterara del adiós de nuestro amigo Manuel bajo las mismas plantas de Jesús del Prendimiento y su Madre del Desamparo durante una grabación. Allí mismo, en Santiago, donde tantísimas horas compartí con él durante las ya inolvidables sobremesas del Bar Arco de Agustín Mondelo. Porque sí, “El Bo” era un personaje singular, cuando se juntaba con Moraíto -su gran devoción-, Chícharo y los suyos, no sólo era el age personificado. De su talante luminoso surgía la gracia y el compás de una forma tan natural que te alegraba no ya el día, sino dos meses completos con sus fiestas de guardar.

Miembro de una de las amplias raleas artísticas y gitanas de la Baja Andalucía, era hijo, hermano, primo y padre de grandes artistas, los Soto. Su perfil artístico es muy complejo de analizar y habría que sondear en los misterios de la jondura su verdadera impronta. Pues, sin cantar, ni tocar como la mayoría de su gente llevó el compás a un estadio inaudito para asombro de todos. Siendo un hombre de plata, era artista de los más grandes. Yo diría que el Bo, cuyo sobrenombre se lo puso nada menos que Terremoto, estaba poseído por el espíritu mismo de la bulería santiguera.

Todo en él era una expresión del ritmo llevada a lo sublime, a lo inefable; desde las palmas a su pataíta, pasando por unos jaleos tan justos y a tiempo que han quedado como soberanas muestras de arte. Y con la sensación que aquello le salía desde un profundo pozo del duende; esa palabra que empleamos en el arte flamenco cuando no sabemos cómo describir su exacta dimensión. Hay palpitaciones del corazón, tan a compás, que la razón se desparrama ante ellas.

Dotado de una simpatía fuera de lo común, Manuel quedará siempre en el recuerdo y con él aquellas frases como las de “¡Viva Jerez, que es una mina de parados! ¡Y ahora, que son dos minas!... Recuerdo que Miguel Poveda, en su homenaje del teatro Villamarta, improvisó unas letras para que le bailara: “¿Quién es el Bo? / El Bo es un artista grande / que no tiene explicación”. En efecto, nuestro Manuel era un hijo privilegiado que formaba parte de esa dimensión inexplicable que es el arte de Jerez, de esa tierra que lleva el compás como si la vida le fuera en ello.

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