Cafe London

Las huertas se están perdiendo. Las naves industriales copan cada vez más metros...

Mientras mastica sigue el vuelo de una avispa. Aprieta con fuerza entre las manos el bocadillo, como si éste pudiera salir volando al mismo techo contra el que golpea una y otra vez el pequeño hymenoptero. Lo sigue con la mirada, lo observa, lo vigila. A pesar del tamaño, a pesar de la distancia, tiene miedo de él. De tanto en tanto mira la pantalla, maldice, busca al compañero, comenta, grita gol y vuelve su atención a la avispa; muerde el pan y desvía la vista para cerciorarse de que la avispa está donde debe estar, o más bien, para cerciorarse de que no está donde no debe estar. Tal vez tenga ocho años, diez a lo sumo. Viste una camiseta del Manchester, sus amigos llevan la equipación del Madrid, ellos no se han percatado de que sobre sus cabezas una avispa busca desesperada la salida, disfrutan del partido ajenos a lo que ocurre alrededor. Es un niño precavido, ve el peligro donde los demás no lo ven. Tal vez tenga más oportunidades que el resto en ese mundo venidero. Cinco minutos antes de que termine el partido se va, el marcador está resuelto. Cinco minutos después, una tromba de agua obligará a la concurrencia a quedar encerrados en el local bajo el vuelo inconstante y nervioso de la avispa. Ayer, una niña de nueve años me preguntó si sabía porqué los árboles tienen musgo sólo en un lado del tronco. Porque de ese lado está el norte. Así puedes orientarte en el bosque, me dijo. Y pensé que ella no podrá orientarse en su futuro, porque el tronco centenario, adornado de verde en uno de sus costados, mañana no estará, y si estuviese el árbol, las altas temperaturas no darán oportunidad al musgo para que se aferre a la corteza y pueda orientar al desorientado. Detrás de los montes el humo blanco se eleva al cielo formando nubes grises de las que lloverán pavesas en la región del Bierzo. Se quejan los lugareños de las altas temperaturas, de lo extraño del clima. Las huertas se están perdiendo. Las naves industriales copan cada vez más metros…, el turismo puebla los bosques, urbanitas cortando esa rama que estorba y golpea la frente en el camino, sin ser conscientes del gesto, inofensivo a priori, que secará el árbol. Las montañas imponentes me observan y yo les devuelvo la mirada y las contemplo intentando retener la exuberancia que no esperará a estos niños, hombres y mujeres del mañana. Porque, como señala Mario Benedetti en el punto siete de su Memorándum, "el futuro no será una fiesta".

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