Jerezanos bizarros de ayer y siempre

Manuel Romero Bejarano

Caridad de los Lagos

Caridad de los Lagos

Caridad de los Lagos

Sábado 25 de abril de 1761. Sucedió que, estando la joven Caridad de los Lagos en las azoteas de la parroquia de San Miguel, fue arrastrada por un fuerte viento de levante. Aún se desconoce su paradero’.Esta misteriosa noticia se incluye con el número 45 en las memorias del señor Juan de Trillo y Borbón, quien conoció de primera mano la vida jerezana de la segunda mitad del siglo XVIII, pues vivió por aquellos años. A fines del siglo XIX Agustín Muñoz se interesó por el caso, llegando a la conclusión de que la tal Caridad no existió y que su mención se debía a un error de transcripción del manuscrito de Trillo. Claro que por aquel entonces el manuscrito de Trillo estaba perdido, por lo que no pudo confirmar su hipótesis. La sorpresa llegó décadas más tarde, cuando Hipólito Sancho localizó el citado manuscrito, comprobando que decía justo lo que ustedes han leído. Sancho pensó que la joven de los Lagos era una saltimbanqui que se arriesgó demasiado en sus acrobacias y como tal ha llegado hasta nuestros días.

Hace poco se descubrió en el Archivo de la Colegiata de San Salvador un legajo con cartas y notas del canónigo e historiador Francisco de Mesa Xinete en el que hay un pequeño cuadernillo titulado ‘Apuntes para una elegía a Caridad de los Lagos’. Ahí se refiere su triste y accidentada vida.

Caridad de los Lagos nació el 2 de enero de 1741 en una casa de la calle de las Vacas (hoy Santa Isabel). Su padre, don Sebastián de los Lagos, era abogado y su madre, doña Ana Riquelme, miembro de una nobleza muy venida a menos. Desde muy pequeña Caridad se sintió inclinada por el mundo del arte, en especial por la arquitectura y la escultura, y se cree que Agustín de Medina y Flores se entretenía enseñando a la niña a dorar y estofar. Especial cariño le tomaron los historiadores Mesa Xinete y Bartolomé Gutiérrez. El primero la llevaba a la obra de la Colegial para que viera su progreso y el segundo la introdujo en el mundo de los archivos a los 8 años, siendo un prodigio que la criatura supiera leer letras antiguas y enrevesadas al poco tiempo.

Caridad era la niña bonita de la historia de Jerez e incluso Luis de Trillo (el papá de Juan de Trillo) le dedicó un soneto (un tanto cursi) titulado ‘Nueva Clío de los Elíseos Campos Xericienses’. A los 10 escribió su primer folleto, sobre la obra de José de Arce (hasta entonces escultor poco estudiado), y tres años más tarde sorprendió a todos con una documentadísima biografía de Andrés de Ribera. Entonces emprendió un estudio sobre la arquitectura gótica, tan abundante en nuestra ciudad, con el fin de enviarlo a la Academia de San Fernando.

El 1 de noviembre de 1755 tuvo lugar el terremoto de Lisboa, tan intenso que acabó por arruinar varias iglesias jerezanas. La peor parte se la llevó San Mateo, que vio hundirse una de sus bóvedas. Caridad consideró que esa era una oportunidad única para analizar los sistemas constructivos medievales, así que pidió permiso para acceder al interior del templo. No se lo dieron, pero ella se coló aprovechando un despiste del guardia de la obra. Mientras observaba fascinada las tripas de la vetusta construcción, un canto se desprendió impactándole en la cabeza.

Caridad estuvo tres meses ingresada en el Hospital de la Sangre. Se cuenta que a cada momento repetía las palabras ‘jarja, enjarje, enjarjamiento’ y que no dejaba de maldecir al abad Suger de Saint Denis por haber inventado la arquitectura gótica. Pese que los médicos aseguraron que se había recuperado por completo, no volvió a ser la misma de antes. La otrora investigadora paciente y laboriosa empezó a publicar trabajos a medio terminar, llenos de errores y sin apenas conclusiones. Sirva de ejemplo que el texto sobre la arquitectura gótica que envió a la Academia, en el que se contenían tantos disparates que hasta hace poco sirvió de chanza a los que consultaban la biblioteca de tan egregia institución.

Pero lo peor no estaba en el terreno académico. Caridad, que había sido una persona dulce y atenta, cambió de carácter y se convirtió en una niñata descarada que aprovechaba la más mínima ocasión para atacar a cualquiera. Sonada fue la pelea que tuvo con Maria Antonia de Jesús Tirado en plena calle Larga, cuando ésta se dirigía a misa en Santo Domingo. La mística en sus escritos cuenta que ese día el mismo Satán se le presentó agarrándola de los pelos y llamándola hija de puta y otras expresiones gruesas que la beata no se atrevió a reproducir. En cuanto a don Luis Ponce de León, quien cedió de manera graciosa un salón de su casa para que se utilizase como parroquia mientras San Mateo estuvo en reparación, la emprendió con él a pedradas por la plaza del Mercado sin conocerse el motivo. Por otro lado, no se sabe cómo se coló en uno de los plenos del Ayuntamiento e increpó a gritos a los caballeros veinticuatro, tildándolos de majaderos y sodomitas, por no arreglar pronto los desperfectos del arruinado San Mateo, como se recoge en las actas capitulares de 4 de junio de 1756. Y esas fueron solo las más sonadas. La situación llegó a tal extremo que el conde de O’Reilly, informado de la existencia de la fiera, propuso llevarla al sitio de Gibraltar con el fin de arrebatar la plaza a los ingleses.

La jovencita, cual toro del aguardiente, era temida por los vecinos, pues sus arranques eran continuos y furibundos. Con todo, la peor parte de la mudanza de ánimo de Caridad se la llevaron sus mentores, que la trataban con frecuencia y, como era de esperar, recibían su constante maltrato. Llamaba a Bartolomé Gutiérrez ‘La Modistilla’ (era sastre) y ‘Brazos Cortos’, pues parece que sus miembros superiores eran de escasa longitud. Luis de Trillo era ‘Frufrú’, sin que se conozca el motivo de tal apodo, y su hijo Juan, ‘Juanita la Fantástica’. Al final, todos acabaron por darle de lado, a excepción del paciente Mesa Xinete (‘La Maricona Vieja’), quien siguió a su lado soportando las más terribles injurias. En esta nueva época Caridad se empeñó en buscar firmas en los retablos. El propio Mesa le facilitaba el acceso a las iglesias y ella trepaba a lo más alto cual mono (de Gibraltar) en busca de su ansiado tesoro. No consta que descubriera ningún nombre en tan peligrosas excursiones.

El delirio de la señorita de los Lagos llegó a su cima en 1761. Su nublada mente se empecinó en que Gian Lorenzo Bernini había vivido en Jerez, diseñando las torres de San Juan de los Caballeros,Santiago y San Miguel. Pese a la insistencia de Mesa, los párrocos se negaron a que la bizarra investigadora subiese a las azoteas de estos edificios, así que Caridad ideó un plan alternativo.

El 25 de abril amaneció en Jerez con una intensa levantera que desquició aún más a la ya desquiciada historiadora. Nada más levantarse se compuso como una mujer de la mancebía y se acercó a San Miguel, donde engatusó al sacristán haciéndole creer que después se iría con ella a la cama. El ingenuo le abrió la puerta que daba acceso a las cubiertas del edificio y, cuando el párroco se dio cuenta, ella ya estaba en todo lo alto. Por más que corrió, solo pudo verla salir volando. En la declaración que prestó ante el escribano mayor del Santo Oficio, contó que la vio subir al cielo como un nuevo Elías. Al parecer, ‘maricoooneeeeeeees’ fue la última palabra que salió de su boca de rosa.

Pese al escándalo inicial, el Jerez de la época se olvidó pronto de Caridad, a la que en su día llegaron a apodar Calamidad de los Lagos. No así Francisco de Mesa Xinete, quien se dice que murió, años más tarde, abrazado a un ejemplar de ‘Arquitectura gótica de Jerez de la Frontera. Una propuesta de interpretación’.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios