HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Castigo de los dioses

24 de julio 2009 - 01:00

LAYO, padre de Edipo y futuro rey de Tebas, fue acogido de niño como huésped en la casa del poderoso rey Pélope y allí llegó a la edad adulta. Fue encargado de enseñarle a Crisipo, hermoso hijo de Pélope, ciertas artes de guerra. Layo albergaba en su corazón una secreta y malsana pasión, no correspondida, por el muchacho y, cuando debe volver a Tebas para ocupar el trono, lo rapta y lo viola. Crisipo, avergonzado, se suicida. Pélope, que adoraba a este hijo sobre los demás, maldijo a Layo implorando a Zeus. El padre de los dioses decretó que Layo moriría a manos de su hijo Edipo como castigo por su desafuero. El desenlace es muy conocido por la famosa tragedia. La legendaria violación de Lucrecia por Sexto, hijo del último rey de Roma, Tarquino el Soberbio, y el posterior suicidio de la virtuosa dama para no sobrevivir al ultraje, condujeron al destronamiento de Tarquino y a la abolición de la monarquía romana.

En otro mito antiguo, Ártemis, la Diana romana venerada por su castidad, fue acosada con intentos de violación por Oto y Efialtes, pero ella, una de las grandes diosas olímpicas, se convirtió en cierva y corrió entre los dos que la solicitaban. Oto y Efialtes arrojaron sus lanzas contra la cierva y se mataron el uno al otro. La caballería cristiana medieval, en oposición a la violadora pagana, tenía, entre otras misiones, defender a las doncellas de los violadores. El cinturón de castidad no era un remedio casero para maridos celosos, sino una defensa contra las violaciones cuando una mujer, doncella o no, se veía obligada a viajar por una Europa que era un inmenso descampado. San Luis de Francia prohibió la prostitución en su reino, pero tuvo que consentirla enseguida por el alarmante aumento de las violaciones. (Las violaciones políticas en las guerras antiguas, como el rapto de las sabinas, tienen explicación aparte.)

Estos ejemplos antiguos sirvan para indicar que la especie humana no ha cambiado. Y justamente porque sigue siendo la misma de siempre hay que poner coto a sus desmanes. La violación ha sido castigada por los dioses sin contemplaciones, y de manera terrible, por ser un atentado intolerable contra la dignidad y la libertad de las personas y contra las propias leyes divinas ancestrales. Los hombres no podemos ser más que los dioses y consentirla con leyes que permiten a un adulto sexual, menor de edad penal, violar impunemente. Nos castigarán también a nosotros por complicidad con los violadores. Las sociedades antiguas y modernas confiaban en la bondad humana, porque existe, y la ponían como ejemplo en sus códigos morales; pero no confiaban en que la maldad iría desapareciendo con los ejemplos éticos y legislaban en consecuencia. El mal legislador debe ser castigado, si tolera el delito, con más terribles penas que las decretadas en el Olimpo contra los violadores.

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