Algún intelectual y multitud de gurús de la nada se empeñan en prescribirnos una nueva normalidad, nos anuncian tiempos en el que a modo de carril de una sola dirección hemos de transitar quien sabe qué caminos- eso sí-, en fila única. La fórmula para encauzar la masa en una democracia requiere finura en los modos, cierto arte en la Ingeniería Social. Aunque el ropaje sea más o menos novedoso, la esencia es la de siempre: el odio de clase, la polarización, la separación en trincheras, la colonización de los grandes medios de comunicación, los tertulianos de guardia vomitando consignas y los políticos de mediopelo recetando soluciones simples a problemas complejos. En el arte de la ingeniería, reconozco que la izquierda demuestra capacidad y solvencia envidiable. No sé por qué la protesta salvaje de los indepes catalanes hace unos meses era -para este progresismo distópico que nos desgobierna-, un conflicto político y la de los Cayetanos del Barrio de Salamanca una muestra fachosa de insolidaridad; no entiendo porque las caceroladas promovidas por el chavismo patrio son jarabe democrático y la de los borjamaris en muchos pueblos de España, un acto intolerable de los capitanes del a posteriori. Si los ciudadanos del cinturón rojo de Madrid son el pueblo, los de la calle Núñez de Balboa ¿qué son? No entiendo por qué ante la desastrosa gestión de Sánchez hay que remar todos a una y contra la Presidenta de la CAM hay barra libre mediática y política. El relato, que dicen algunos, está en manos de la izquierda y el nacionalismo. Ni controlando la mayoría apabullante de medios, sus resortes sociales y culturales, son capaces de convencer a millares de ciudadanos, que se resisten a asumir la nueva normalidad. Quien no caiga dentro del esquema mental progre es facha; un egoísta neoliberal, un miserable Cayetano.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios