manuel muñoz fossati

Cierta patronal

Viendo los sueldos de presidentes y directivos de las grandes corporaciones es imposible no darse a la reacción indignada

El Gobierno subirá hoy el salario mínimo interprofesional (SMI) y lo fijará en 1.080 euros al mes. Lo ha acordado con los sindicatos porque la patronal ni siquiera ha querido acudir a la negociación, y se ha opuesto a la subida, después de que su primera propuesta llegara hasta los 1.040 euros. Por 40 euros al mes se ha negado a lo que hubiera sido otro gran acuerdo social. Ha expuesto sus argumentos y a renglón seguido, para demostrar su coherencia, ha aumentado el sueldo de su presidente, el señor Garamendi, de 300.000 a 400.000 euros al año. Este, hace unos meses, consideraba que sus anteriores emolumentos eran "humildes" para la responsabilidad que lleva aparejada su cargo. El líder de la CEOE considera su responsabilidad 26 veces mayor que la de un trabajador que cobre algo más de 15.000 en 14 pagas.

Hace ya un tiempo, en los primeros pasos de este gobierno de coalición de izquierdas, numerosos representantes empresariales se llevaban las manos a la cabeza y clamaban en público contra las primeras subidas del SMI, alertando de los graves peligros que suponían para el empleo y para la economía en general, peligros que no se han sustanciado. Más bien sucede que con esos aumentos de sueldo también sube la riqueza social del país, ya sea en forma de consumo como en la de mayores ingresos para el Estado de todos en forma cotizaciones.

Pero si repasamos los sueldos de presidentes y directivos de las grandes corporaciones es imposible no darse a la reacción indignada, eso que algunos interesados llaman a veces demagogia. No se trata de que no haya diferencias de sueldo, sino de asombrarse al menos de que la diferencia sea tan grande, y de que esos altos ejecutivos prediquen una moderación que ellos no sólo no practican sino que contradicen. Obviamente saben que su saco estará más lleno cuanto menos lo esté el de sus empleados.

Ellos representan lo peor del tópico empresarial en una minoría que, lamentablemente, crea escuela para la mayoría, y me recuerdan una antigua viñeta en un periódico, de la que lamento no recordar el autor, en la que en una conversación entre dos empresarios caracterizados con barriga y puro, uno le decía al otro: "Pues yo prefiero emplear obreros antes que máquinas… porque a las máquinas no se las puede humillar".

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