Rafael Sánchez Saus

Ciudadanos, podemos... ¿y Vox?

Nadie puede discutir el mérito inmenso de Abascal por abrirse un hueco en una derecha tiranizada por el PP

25 de mayo 2023 - 01:00

Fran Hervías presentaba hace unos días en La Revuelta Ciudadanos. La historia jamás contada, libro imprescindible para conocer el orto, cénit y ocaso de un partido que suscitó enormes esperanzas regeneracionistas y, en un momento de su breve historia, entre 2017 y 2019, pareció tener en su mano la llave de la gobernabilidad de España. Aunque Hervías lo niegue, parece evidente a muchos que la imparable decadencia de Ciudadanos es consecuencia directa de la negativa de Albert Rivera a apoyar la investidura de Sánchez tras las generales de abril de 2019, abocando a las de diciembre de ese año y a los pactos del PSOE con los nacionalistas. Ciudadanos pasó de 57 a 10 escaños y perdió más de 2.500.000 votos. Desde entonces, el declive ha sido vertiginoso y las perspectivas para este domingo no pueden ser peores.

Con independencia de su papel en la desafecta Cataluña, la utilidad nacional de Ciudadanos consistía en ser la bisagra de la que la partitocracia española carece. Un partido con capacidad para forjar mayorías a derecha e izquierda, aportando una estabilidad que el bipartidismo no puede garantizar sin agotamiento del sistema y blindándolo de la intrusión de otras fuerzas menos manejables. En un país que ha concedido un crédito inagotable, pese a tantas mentiras y corrupciones comprobadas, a los dos partidos hegemónicos, a Ciudadanos no se le perdonó nunca ese error. Si no quieres ser bisagra, no nos sirves. Ese fue el mensaje.

La decadencia del otro gran partido alternativo en auge en esos años, Podemos, aunque sin extinción a la vista por ahora, también arranca de un error mayúsculo e imperdonable, aunque de naturaleza muy diferente. El casoplón de Galapagar marca un antes y un después en la vida de sus felices propietarios, en Podemos y en sus votantes menguantes. La flagrante infidelidad a la misión proclamada no se perdona a los nuevos partidos, nutridos en buena medida por electores exigentes y desilusionados con los de siempre.

Cuando Ciudadanos iniciaba el ocaso, emergía Vox tras años de desierto y completa irrelevancia. Nadie puede discutir el mérito inmenso de Abascal por abrirse un hueco en una derecha tiranizada por el PP hasta límites enfermizos. ¿Cometerá también alguna vez Vox ese error que lo desacredite? Pactar o no pactar con quien lo denigra y desprecia, dar los votos a cambio de nada o ceder espacio a la izquierda, ese parece el eterno dilema y el peligro permanente.

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