Congreso

En el Congreso de la Lengua, ¿se atreverá alguien a recordar lo que ocurre en ciertas zonas de un país llamado España?

Ahora que se celebra el Congreso de la Lengua en Cádiz, ¿se atreverá algún ilustre participante en ese Congreso a recordarnos lo que ocurre en ciertas zonas de un extraño y remoto país llamado España? ¿Se atreverá alguien a decir que hay zonas de ese país donde los profesores espían a los niños en el colegio para que no hablen una lengua supuestamente genocida y patriarcal e imperialista? ¿Citará alguien ese hecho singularmente llamativo? ¿Recordará alguien en ese Congreso que hace pocos meses dos niñas argentinas se arrojaron al vacío porque las acosaban sus compañeros de clase por expresarse en esa lengua vergonzosa y maldita y neo-liberal y asesina? ¿Se atreverá alguien a señalar que hay zonas de ese país donde las autoridades locales se niegan a acatar las resoluciones del Tribunal Supremo sobre la enseñanza de esa lengua en los colegios? ¿Habrá algún ilustre poeta que cite, siquiera sea de pasada, el hecho portentoso de que esa lengua esté proscrita de los planes de estudio? ¿Se atreverá algún eximio poeta, entre metáforas repletas de mermelada sentimental, a señalar esta singular circunstancia que debería atraer su atención? ¿Lo recordará algún novelista? ¿Habrá alguna filóloga eminente que recuerde esa curiosa circunstancia entre sus elogios a Nebrija? Y lo más importante de todo: ¿se atreverá alguien a señalar en el Congreso de la Lengua que los políticos que gobiernan en esas zonas son los aliados del señor Frankenstein en el gobierno y quienes lo sostienen con sus votos y sus aplausos? ¿Se atreverá alguien a decirlo en este heroico país de luchadores por la libertad? ¿Lo dirá algún poeta eminente o algún abnegado defensor de los derechos humanos, siquiera sea con la boca chica?

Apuesto tres trillones de bitcoins comprados en el Silicon Valley Bank a que nadie se atreverá a abrir la boca sobre esta extraordinaria circunstancia que debería despertar el interés de los participantes en un Congreso sobre la Lengua. No están los tiempos para meterse en berenjenales ni para sacar a relucir hechos incómodos. Es mejor la saludable hipocresía de quien suelta unas cuantas vaguedades autocomplacientes sin molestar a nadie. Ya sabemos que el poder -este poder- es cruel y sabe recompensar a los suyos y castigar a sus adversarios. Que nadie saque los pies del tiesto. Tengamos la fiesta en paz.

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