Convivencia

Hemos de decidir si queremos para nuestra sociedad un proyecto de convivencia o enfrentamiento

Están insistiendo, unos y otros, en lo decisivas que son estas elecciones generales. Es posible. Pero en un marco más amplio: los tiempos que estamos viviendo, las últimas décadas, los procesos electorales en muchos países, el “tono” de la diplomacia internacional, pero también las conversaciones en el trabajo, en los bares… sí que parecen ser decisivos. Decisivos porque nos estamos jugando algo tan frágil como es la convivencia, la manera en que vamos a relacionarnos a partir de ahora. Históricamente el final de la Segunda Guerra Mundial, la Declaración de los Derechos Humanos, la desescalada nuclear, el Nuevo Orden Internacional que surgió de todo aquello, la conformación de Europa, todo eso parecía indicar que queríamos intentar convivir sin invadirnos y reventarnos la cabeza a cada rato.

No digo que desde entonces todo hay sido paz y armonía. Evidentemente. Pero la mayor parte del planeta no se sentía amenazado por sus vecinos. Eso es lo que se está rompiendo en estas últimas décadas: el miedo y el odio. El miedo que sentimos, normalmente inoculado, y el odio que expresamos, un sentimiento que puede ser legítimo, pero que nos condena a la violencia a largo plazo.

En estas elecciones también está eso en juego. Hemos de decidir si queremos para nuestra sociedad, para nuestro futuro inmediato, un proyecto de convivencia, de acogida, de entendimiento, o un proyecto de enfrentamiento, de expulsión, de negación del vecino. Y hay una desventaja en esta elección: es más fácil, mucho más, alimentar el enfrentamiento que la convivencia. Porque la convivencia necesita de generosidad, paciencia, apertura de miras… y para el enfrentamiento basta tirar de las pulsiones más básicas, del miedo, y enseguida se desborda todo.

A veces se nos olvida mirar el largo plazo. Pero hay un relato común en el ambiente horrible de un refugio antiaéreo y la ruptura de la convivencia en los barrios marginales; o entre las agresiones indiscriminadas en mitad de cualquier calle y los insultos lanzados por las redes sociales. Es cuestión de años recorrer ese trecho. Y creo que, excepto un puñado de malnacidos, todas las personas preferimos una sociedad basada en la convivencia, donde podamos pasear tranquilos por el barrio, viajar, hacer un arroz con los amigos, ir de la mano de nuestros seres queridos y leer frente a un paisaje en paz.

Así que sí: estas elecciones son decisivas para inclinar la balanza hacia un lado o hacia el otro, convivencia o enfrentamiento. Pero no sólo: después habrá que seguir trabajando en la dirección que decidamos.

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