Tengan en cuenta que esta columna secunda el paro convocado y se pone a disposición de todas las mujeres movilizadas en defensa de sus derechos. Hoy no es un día para esconderse tras los burladeros machistas, los derechos de la mujer son un "camino sin retorno", y no podemos admitir la revisión de décadas de luchas y avances del conjunto de la comunidad internacional, véase el Convenio de Estambul, o lo recorrido aquí tras cuarenta años de democracia, véase nuestra legislación en materia de igualdad o el Pacto de Estado contra la violencia machista, véase todo lo que nos queda por avanzar.

No es honesto confrontar derechos con excepciones para desdibujar el conflicto de género. Es indigno negar: que el 95 por ciento de esta violencia la ejercen hombres sobre mujeres; que de más un millón de denuncias presentadas por violencia de género del 2009 a 2017 solo 131 fueron calificadas como denuncias falsas, el 0,01 por ciento; que son más de 1000 las mujeres asesinadas en una década. Es falso que esta violencia sea un problema externo, de extranjeros, el 71 por ciento de los condenados en el segundo semestre de 2018 eran españoles.

Una sociedad sana no puede ignorar que las que asumen, en soledad, el pilar fundamental de cohesión social que tenemos, el cuidado de las personas, sean maltratadas social y económicamente. Los datos son claros, el 76 por ciento del trabajo a tiempo parcial lo ocupan involuntariamente mujeres, las mujeres cobran un 29 por ciento menos que los hombres y más del 58 por ciento del paro registrado corresponde a mujeres. Negar las evidencias, para justificar privilegios, solo es comparable a aquellos que desde posiciones populistas niegan el genocidio nazi, el franquista o el desastre medioambiental. Lo único honesto, lo único sano, es dejar de escribir esto, y sumarse a la huelga.

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