Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 1979: Choquet, Esteban Viaña, Manolo Benítez, Falconetti y Nadiuska
LAS elecciones del pasado domingo en Cataluña pasarán a la pequeña historia de los procesos electorales como referencia de lo que un político no debe acometer. En efecto, no son muchos las casos en los que un líder político se dispara a los pies mediante el sistema de convocar elecciones sin necesidad para terminar obteniendo un resultado alejado de sus pretensiones. No recuerdo en los últimos decenios más caso similar que el del presidente Chirac cuando en 1997 quiso reforzar su mayoría parlamentaria disolviendo anticipadamente la asamblea nacional y acabó dando el control de la misma al partido político rival. Pero no son ejemplos equiparables, dado que Francia tiene un sistema semipresidencial y los presidentes no resultan afectados en su cargo por los cambios en las mayorías parlamentarias. En España, en cambio, tanto la forma de gobierno estatal como las autonómicas corresponden al sistema parlamentario y en éste los gobiernos no pueden serlo sin el respaldo explícito de la Cámara.
Oí a Arturo Mas el domingo por la noche esgrimir sus 50 diputados para recordar que Convergencia y Unión es el único partido capaz de formar gobierno, y tiene razón. Lo que ocurre es que si ya tenía problemas con los 62 diputados anteriores para desarrollar su política en un parlamento de 135 escaños, ahora se le va a abrir un panorama todavía más incierto. Por la izquierda, a Esquerra (21 diputados) le une la filiación nacionalista, pero, hecha abstracción de esto, le separa el abismo de una ideología política radicalmente divergente y una historia de enfrentamientos vividos, en algún momento del siglo XX, literalmente a sangre y fuego; y del PSC (20 diputados) le separa el foso, siquiera sea dialéctico, de las cuestiones económicas y sociales que están puestas sobre el tapete.
Por la derecha, sus primos hermanos ideológicos del PP (19 diputados) se encuentran sin capacidad de maniobra como consecuencia del órdago nacionalista con que don Arturo envidó en este proceso electoral innecesario. Así que es difícil aunar una mayoría suficiente, máxime con la necesidad de aprobar la ley de Presupuestos a la vuelta de la esquina. Estamos ante un damero maldito, resultante de la sociología electoral de Cataluña, tan condicionada por un nacionalismo que, a su vez, está dividido entre izquierda y derecha.
Ciertamente la intervención de don Arturo parecía tender la mano a un posible compromiso con Esquerra haciendo primar su mesianismo nacionalista sobre los enormes desencuentros programáticos de ambas formaciones. Pero la historia del tripartito está muy cercana y queda por ver que los poderes fácticos de la sociedad catalana estén dispuestos a consentir este abrazo del oso, con el vivo recuerdo de un abrazo similar (21 diputados tuvo también Esquerra en 2006) que, fundado en la simple motivación de seguir tocando poder, ha terminado suponiendo para el PSC la pérdida de casi la mitad del apoyo electoral (37 diputados en 2006; 20 ahora).
Así las cosas, el artículo 67 del Estatuto de Autonomía establece, sin mayores requisitos, que el presidente de la Generalidad es elegido por el Parlamento de entre sus miembros. Es decir, Mas podría ser investido por mayoría simple, con la abstención de los otros tres grandes grupos, salvo que los partidos del antiguo tripartito (Esquerra y PSC más 13 de ICV) lo reeditasen para conformar una mayoría negativa de 54 votos frente a 50. En ese caso el PP tendría una papeleta, porque habría de decidirse entre inyectar sosiego al sistema y apoyar la investidura o abrir la puerta a un nuevo proceso electoral, ya que el Estatuto prevé la disolución automática del Parlamento si transcurren dos meses desde la primera votación sin que ningún candidato resulte elegido. Por el contrario, si el PSC o bien Esquerra deciden abstenerse resulta inimaginable la formulación de otras mayorías negativas, aun con más votos posibles, por ser prácticamente contra natura.
El escenario más plausible es el de una escena del sofá Convergencia-Esquerra a ver quién engaña a quién a medio y largo plazo, siempre que se salve el escollo a corto de los presupuestos. Pero si tenemos en cuenta que la suma de los porcentajes de votos de ambas formaciones (45,58% en 2006; 45,43% en 2010; 44,36% en 2012) es prácticamente la misma, habrá que convenir que don Arturo, el hijo del ferretero con cuenta bimillonaria en Liechtenstein, pues allí es donde los ferreteros españoles depositan sus ahorros, es millonario pero no es un buen estratega.
Resta añadir que en cualquier país de la Europa en la que don Arturo quiere mantener a su Cataluña independiente, la situación a que ha llevado a su partido hubiese provocado su dimisión la misma noche electoral. Aquí don Arturo no lo ha hecho porque, mal que le pese, Catalonia is Spain.
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