DE la mano de Mauricio González y Jose Antonio Valverde, los expedicionarios llegaron a Doñana. Se instalaron en la parte superior del Palacio que, según relata Valverde "no tenía más inconveniente que contar con un baño siempre tan lleno de anglos como un charco de galápagos". Por cierto, para quien no las conozca y le interese la Naturaleza, recomiendo fervientemente leer las memorias de Tono Valverde: "Memorias de un biólogo heterodoxo".

Eran un grupo heterogéneo y entusiasta, donde con la clásica buena organización inglesa, se había previsto todo lo esencial y se cumplía el programa a rajatabla. Cada noche, después de cenar, todo el grupo se reunía en el salón donde James Fergusson-Lee llevaba el gran cuaderno de observaciones ornitológicas que se mantenía al día en común.

Se llevó a cabo una gran campaña de anillamiento, aunque las primeras que se realizaron fueron en 1953, impulsadas entonces por Francisco Bernis, el padre de la ornitología española.

Valverde, que entonces no hablaba inglés, se entendía con algunos de los británicos en francés. Relata con buen humor cómo se organizaba un grupo tan heterogéneo: A) a la infantería exploradora que localizaba los pájaros y ayudaba a Hoskings a montar sus hides y torres de observación; b) la fotográfica, con el fotógrafo oficial y Lord Alanbrooke , que tomaba películas ; y c) un grupo de importantes que campaban a su aire: Julian Huxley y su mujer, muy interesados en plantas e insectos, Max Nicholson y el propio Guy Mountfort, un buen organizador.

Tras dos meses en la primaveral marisma, la expedición volvió a Inglaterra. De la misma se obtuvieron dos cosas muy importantes: una para Valverde, que fue invitado a visitar los principales centros investigadores británicos a final de ese mismo año. Lo segundo, que Doñana adquirió la gran fama internacional que permanece hasta nuestros días, y que ayudó decisivamente a su conservación.