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LAS empleadas del servicio de ayuda a domicilio, que gestiona Acasa, abandonaron ayer a mediodía su encierro en la sala de prensa del Ayuntamiento entre lágrimas y sin saber cuándo cobrarán las nóminas que les adeudan. Cuesta entender a qué juegan Ayuntamiento y Junta de Andalucía, que a la misma hora se tiraban los trastos a la cabeza dando un ejemplo lamentable para reprocharse la mala gestión del conflicto. La consejera de Bienestar Social, Micaela Navarro, insistió en que ya transfirió en su día el dinero para pagar a la plantilla, y por su parte la alcaldesa, María José García-Pelayo, replicó que no es cierto. Lo fijo es que ambas administraciones parecen pensar antes en criticar al adversario que en solucionar el problema de fondo, que no es otro que el pago de un trabajo ya realizado. Hizo bien la consejera en recalcar que no le parece "ni justo, ni moral" que se desvíen las partidas "finalistas" de su consejería para pagar otras nóminas del Consistorio, como en su día hizo el PSOE cuando gobernaba el Ayuntamiento. Al fin y al cabo, la Junta es la administración que debe garantizar la prestación de este servicio. Y por descontado, el Ayuntamiento no puede eludir su responsabilidad y tiene que reponer dichas cantidades lo antes posible. Si ambas administraciones emplearan todas sus energías en solucionar este problema y no en alimentar el conflicto, todas las partes saldrían ganando. A no ser, claro está, que socialistas y populares utilicen el calvario por el que atraviesa la plantilla para buscar una excusa a la hora de renunciar a la prestación de este servicio. En cualquier caso, deberían sentarse y hablar antes que permitir situaciones como las vividas por las trabajadoras y los sindicalistas durante 24 horas encerrados en el Ayuntamiento. Parece exagerada la denuncia por allanamiento y el dispositivo policial para impedir por momentos que les llegasen víveres o utilizaran el aseo. Por más que no se pueda facilitar la ocupación de las instalaciones municipales, no olviden los populares el drama de estas familias y que también ellos protagonizaron un encierro durante horas en el salón de plenos la pasada legislatura. Lo suyo entonces no era un problema de supervivencia, el de la plantilla de Acasa sí lo es.
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