TRIBUNA LIBRE

Antonio / Robles / Morión

Entrevista a don Miguel de Unamuno en el más allá

27 de agosto 2015 - 01:00

ESTA es una singular entrevista realizada al hombre, al filosofo, al político, al ensayista a D. Miguel de Unamuno. Me recibe en el más allá, expectante, serio, impertérrito, preguntándose a qué vengo yo procedente del más acá a interesarme por el pensamiento y las tribulaciones del hombre que hizo de la duda y de la incertidumbre, su peculiar tránsito por esta vida, siempre con una sempiterna angustia espiritual por el dolor que le provocaba el silencio de Dios, el tiempo y la muerte.

PREGUNTA: Escribió usted 'San Manuel Bueno, mártir'. Dígame, ¿se identifica con el protagonista de su novela, el cura párroco de Valverde de Lucerna? Sabemos que esta es una obra llena de simbolismo: Manuel, personaje principal que guarda relación con el Mesías, el apellido Bueno que refleja la bondad, y como no, lo de mártir, pues, el personaje sufre durante toda la vida por sus dudas sobre la fe, ¿es usted el mismo Manuel Bueno y mártir?

RESPUESTA: Yo no soy bueno ni mártir. Más bien soy un idealista, un soñador, pero jamás mártir. Que más hubiera deseado yo que dar mi vida por la fe de la que tanto dudé. Adorar a mi único Dios y defender su existencia hasta la muerte.

P: Don Miguel, ya que ha fenecido, ¿qué hay tras la muerte?

R: Tras la muerte llega la paz. Y se duerme en el regazo infinito del Padre Eterno. Ya no hay más tribulaciones, ni angustias ni sin razones. Tan solo la mirada de misericordia del Dios celestial, todo amor y todo sosiego.

P: En su obra titulada 'Del sentimiento trágico de la vida' llegó a decir que "hay gente a las que les molesta y les duele que otros crean en otra vida tras la muerte. Y esta posición es despreciable, como es digna de respeto la de aquél que empeñándose en creer que la hay, porque lo necesita, no logra creerlo". Don Miguel, ¿usted cree que en nuestra España del siglo XXI hay quien se preocupa por estas disquisiciones?

R: En su España del siglo XXI, sí que hay personas inquietas por saber de esta otra vida. Siempre las habrá. Va con la naturaleza del ser humano. Quien piense que no es así está muy imbuido del hedonismo materialista de su tiempo. Permítame que le recuerde la palabra de Mateo: "Venid a mi todos los que estáis fatigados y cargados que yo os aliviaré, porque mi yugo es suave y mi carga ligera". Me temo que en su España actual hay mucha necesidad de creer. Ya que hay mucho vacío existencial que no lo llena ni los bienes materiales, ni tan siquiera la falta o carencia de ellos y su lucha por obtenerlos.

P: Moría en diciembre de 1936, y a nuestros lectores les agradaría saber si tras la muerte, ¿llegó a conocer a Dios, o ya en vida le conocía?

R: Durante mi vida, el conocimiento de Dios me iba y me venía. Me place decirle que más bien Dios me conocía a mí. Ahora, tras la muerte, mi conocimiento de Dios lo invade todo y el Todo ha penetrado en mí.

P: Volviendo a San 'Manuel Bueno, mártir', el cual predicaba que no entendía la actitud de creer, y… a estas alturas de su vida, perdón, de su muerte, ¿en qué cree usted D. Miguel?

R: Mi buen amigo, no me haga usted preguntas retóricas. El creer o no creer es una opción de mi pasado. En mi presente actual no hay dudas ni circunloquios. Estoy en el estado de la sabiduría plena. Un estado que me acompañará siempre atreves de los tiempos.

P: ¿Qué opinión le merece el saber que la totalidad de su obra escrita estuvo totalmente prohibida en los seminarios de la Iglesia Católica, durante el periodo del nacional catolicismo?

R: Es normal, la ignorancia ha sido siempre la virtud de los mediocres. Se domestica mejor en la oscuridad del pensamiento que con la luz de la sabiduría.

P: Estamos llegando al final de la entrevista y me quedan tantas cosas por preguntarle. Pero, dígame, por este simple hecho de estar hoy aquí hablando usted y yo tras tantos años después de su muerte, ¿no podrá negarme la inmortalidad del alma, no?

R: Evidentemente, no se lo puedo negar. Es usted un privilegiado que ha conseguido llegar hasta mí. Y ello es debido a su fe en saber que aún estando muerto me podía entrevistar.

P: Por último, ¿es consciente de que en el cementerio de San Carlos Borromeo de Salamanca, en la lápida que cubre el nicho donde reposan sus mortales huesos, reza el siguiente epitafio: "Méteme Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar"?

R. Sí, de ello son culpables las personas y amigos que me conocieron y que sabían de mis dudas, angustias y desalientos. Las mismas que me llevaron por caminos tortuosos, y así terminé como bien dice el epitafio: "deshecho por el duro bregar".

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