Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
PERDIMOS, del Gran Britz al Laredo, los cafés. Perdimos todos los cines, menos el Cervantes. Perdimos las librerías Sanz, Internacional, Pascual Lázaro, Atlántida, Montparnasse, Antonio Machado o Eulogio de las Heras. Perdimos los ultramarinos El Grano de Anís, La Casa de las Galletas o Marciano. No sé a qué se llamará calidad de vida en esta ciudad, en lo que se refiere a cines, cafés y eso que ahora llaman delicatessen y antes, simplemente, llamábamos ultramarinos (para delicatessen el olor a chacina buena de Marciano, sus mostradores de madera con tapa de mármol, sus sacos de legumbres, sus escaparates que eran el sueño de Carpanta, sus empleados cortando el Riera a cuchillo -nunca a máquina- sin que una loncha les saliera más gruesa que otra).
No sé, decía, a qué puñetas se llamará aquí calidad de vida. Hace 40 o 50 años, en una Sevilla en muchos aspectos peor, se podía ver una función en el San Fernando y una película en el Coliseo, el Pathè, el Lloréns o el Palacio Central; ni se imaginan, quienes no los conocieron, la hermosura de este teatro y de estos cines. Se podía tomar un café en Los Corales, el Laredo o el Gran Britz; busquen en internet fotos del Gran Britz -de su salón, de su lámpara, de su entreplanta, de su bellísima barra- y creerán que se trata de un café de París o de Viena… Pues estaba en Sevilla, en la esquina de Tetuán con Rioja. Se podía hablar de libros con André Duval en Montparnasse, Lorenzo Blanco en la Librería Internacional, Tomás y Fernando Sanz en la Librería Sanz o Juan Beltrán en Atlántida.
¿Y esto a qué viene? ¿Otra vez este tío con las tiendas, los cines, los teatros, las librerías y los adoquines que perdimos? Pues sí, mire usted, otra vez. Con esta pena en el corazón y esta queja en los labios me moriré. Porque todo eso podía haberse salvado sin comprometer la mejora de las condiciones de vida de los sevillanos. Muy al contrario: aumentándolas. Pero además hay otro asunto. Viene todo al caso de la envidia que me ha producido leer que el Ministerio de Cultura francés prepara un plan para ayudar a las librerías independientes de la amenaza de los libros electrónicos y de los colosos de la venta por internet. Se trata de evitar lo que está sucediendo en los Estados Unidos, donde se calcula que en una década habrán cerrado entre el 70 y el 90% de las librerías. En Sevilla nos quedan Reguera, Repiso, Céfiro, Beta… Y poco más. ¿Las ayudarán? No.
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