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Estatua de la responsabilidad

El comodín del experto desactiva el sentido común, el debate político y el examen de conciencia

Del Debate del estado de la nación me ha preocupado una noción: la de la irresponsabilidad de Sánchez. El tío se escabulle de cualquier asunción de responsabilidad como un gato del agua. De la pasada, de la presente y, sobre todo, de la futura.

Obsérvese esa querencia suya a equiparar la crisis económica que viene con la pandemia, y a remitirse a las soluciones científicas. Mucho cuidado porque "científicas" no significa racionales, ni sometidas a un proceso de verificación; sino "indiscutibles", esto es, "irremediables". De hecho, Sánchez repite que decidirán los "expertos". Los comités de expertos pueden ser fantasmales, como los coronavíricos, o pueden tener nombres propios, pero, incluso en este último caso, lo que les caracteriza es que no están sometidos al escrutinio público y político de sus medidas. El comodín del experto desactiva el sentido común, el debate político y el examen de conciencia.

Todavía hay más. Se consideran cuestiones políticas, en cambio, materias que deberían estar completamente fuera de discusión, porque implican una negación completa de la realidad. Véase la ideología de género, por la cual los políticos imponen que llamemos "mujer" a alguien con cromosomas XY u "hombre" a alguien XX. ¿Qué dirían los expertos de eso? O sea, que la inversión es total: lo esencialmente político (la política económica) se deja a los "científicos", mientras que de la ciencia se hacen cargo los demagogos.

El problema de esfumar la responsabilidad es que socava nuestra libertad. Son mutuamente dependientes. El psiquiatra Viktor Frankl pedía que se pusiese enfrente de la Estatua de la Libertad la de la Responsabilidad, para completar el concepto. Él propuso que se instalase en la Costa Oeste de USA, aunque yo preferiría que fuese en Cádiz, justo enfrente de Nueva York, Atlántico mediante. Lo importante es que la idea quede clara: sin responsabilidad, no hay libertad que valga, ni personal ni tampoco política. Es peligroso tener un presidente del Gobierno que sistemáticamente achaca sus decisiones a los imponderables, las crisis, las circunstancias, los comités de expertos, las guerras de Putin, los poderes ocultos y las exigencias de la UE. Los líderes auténticos son los que asumen su responsabilidad personal y, cuanto más grave sea la crisis, más. Si todas las decisiones vitales las van a tomar los expertos, ¿no podríamos ahorrarnos, al menos, al presidente?

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