Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

¿Qué es la Feria de Jerez?

La noche del alumbrado de la Feria de Jerez es una ramita de romero que nos regala -sin lecturas de pitonisa- el ungüento de los recuerdos. La remembranza también se viste de flamenca cuando echamos la vista atrás en esta conmemoración inmortalizada retrospectivamente por los celebérrimos versos de Pemán: “¡Rumbo y elegancia de esta raza vieja/ que gasta diez duros en vino y almejas/ vendiendo una cosa que no vale tres!”. La Feria de Jerez no admite las interjecciones de aquellos lectores de reojo de la famosa brevería de Ramón Gómez de la Serna. La Feria de Jerez no estrecha la mano a la ancha especie -jamás en proceso de extinción- con título de libro de José Luis Gutiérrez: ‘Gente rara’. En la Feria de Jerez no se produce -como una hendidura del tiempo- el dictado poético ‘Somos el tiempo que nos queda’ de Caballero Bonald sino muy al contrario: el ánimo -con una copa a las doce y doce copas a la una- mira hacia adelante en un carpe diem con palmario aserto del letrista Roberto Cantoral: ‘Reloj, no marques las horas’. ¡Y además que nos quiten lo bailado!

En la Feria de Jerez los encuentros y reencuentros a menudo suceden a la manera de Luis Cernuda: “sin haber quedado ni haberlo previsto siquiera”. En la Feria de Jerez todo momento se transforma en frase de José María Izquierdo según las páginas de ‘Divagando por la ciudad de la Gracia’: “Ésta sería una ocasión que ni pintada…”. La Feria de Jerez contiene en sí misma la fórmula de la eterna juventud, como el ‘Adán en Edén’ de la propuesta textual de Carlos Fuentes: “Señor, ayúdame a ganar la juventud con la edad, en vez de perderla con el tiempo”. La Feria siempre da esquinazo a la muerte porque su génesis es prólogo de vida. Los habitantes de esta ciudad efímera que es la Feria se acogen a los códigos no escritos de la más elegante hospitalidad. La Feria de Jerez nos confiere la autoridad de la larga amistad. Feria de Jerez… ¿qué tienes que la nuestra procuras como en una incesante reválida de bonhomía con sabor a pura cepa?

La Feria de Jerez es tanto un modo de disimular, tal escribió Pemán -esas ‘Las apariencias engañan’ del cineasta Greg Mottola-, como ‘Lo que la verdad esconde’ -de Robert Zemeckis- y ahora, sobre la horizontalidad del Real, la sinceridad se reverdece como en un ‘Pacto de sangre’ con testimonios confesionales en tono de Ayanta Barilli. La Feria de Jerez es espejo de la mujer guapa y es la armonía de un violonchelo con lunares para así musicar toda hermosura en femenino plural. La Feria de Jerez es un permanente “yo quisiera cantarte” en el poema pianístico de Gerardo Diego. La Feria de Jerez es barroquismo de la claridad con metáfora de Alejo Carpentier. La Feria es un Círculo de las Bellas Artes sin parangón de ninguna clase. La Feria de Jerez es secreto sin cerradura, amarre sin prisa, luces en alto y traje de ídem en ciernes. En la Feria de Jerez, casi imperceptiblemente, suena -como banda sonora apenas audible- las sevillanas escritas por Romero San Juan ‘Pasa la vida’ en versión de Pata Negra.

La Feria de Jerez es in memoriam del hombre de caballos Ramón Guerrero. ¿Es nuestra Feria una subversión del almanaque o el anual biopic de cada jerezano con más “costumbre de vivir” -al modo de González Ruano- que “caminar con inmóvil paso” de Apollinaire? En la página 105 de su magna obra ‘Memoria e identidad’ san Juan Pablo II nos dice que “en la cultura del hombre está profundamente grabada desde el principio la dimensión de la belleza”. Por esta razón la Feria de Jerez también es usted, estimado lector. Y soy yo. Porque en la Feria, como recitara Constantin Kavafis, “contemplé tanto la belleza/ que mi vista le pertenece”.

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