La esquina
José Aguilar
Las pelotas de Bildu
Sine die
Cualquiera que tenga un hijo, nieto, familiar o amigo estudiando Medicina conoce el enorme esfuerzo que supone en la actualidad obtener la titulación en España. Todo comienza desde la enseñanza secundaria, momento en el que la selectividad supone la primera barrera, difícilmente franqueable, para poder alcanzar una nota de corte elevadísima que deja fuera de la más mínima opción a la gran mayoría de aspirantes. Una vez dentro de la universidad, serán seis largos años de estudio en un ambiente altamente competitivo, los que esperarán al estudiante que, una vez superadas todas las asignaturas, tampoco podrá ejercer, porque de nuevo se verá sometido al estrés de la prueba MIR, antes voluntaria, pero ahora imprescindible.
Un mínimo de un año de estudio intensivo, con frecuencia en alguna escuela fuera de su ciudad de residencia, será necesario en el mejor de los casos para poder acceder a una plaza de formación en un hospital de la red pública, no siempre en la especialidad deseada, sino la que esté disponible y en la ciudad que sea. Hay quién dice que ya cobrando un sueldo, es cierto, pero cojan una nómina, echen números entre emolumentos y horas, y se sorprenderán. Mantengan la calma para no salir llorando, pero tampoco se rían por respeto.
Al cabo de diez o doce años de superada la prueba de acceso a la universidad, ya tenemos a nuestro médico formado en Medicina familiar y Comunitaria o alguna de las especialidades médicas clásicas o de nueva aparición. Pero héteme aquí que, de nuevo, como si fuese una permanente espada de Damocles, las oposiciones vuelven a sobrevolar su cabeza, si es que pretende conseguir una plaza fija en un hospital público. No olvidemos que a lo largo de todos estos años, nuestro permanente estudiante y aspirante a opositor, ha podido formar una familia y las dificultades para movilizarse se han visto limitadas. Suponiendo que se hayan ido cumpliendo todas las previsiones y todos los esfuerzos se hayan visto recompensados, nuestro médico recibe su primera nómina. Vuelvo a pedirles respeto y mantener la expresión facial. A la más mínima insinuación, es fácil de entender que acepte irse a trabajar a la asistencia privada o a cualquier país de nuestro entorno, no solo por cuestiones económicas, sino también por el trato y la valoración personal. Una vez más, que lo disfruten y se beneficien otros, España paga.
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