El pasado 26 de enero quedamos comprometidos en realizar un viaje (inicialmente pequeño) en el tiempo. Para ello nos hace falta una máquina, claro. Casi todos la tenemos. Un automóvil, una moto e incluso podría valer una bicicleta. Las instrucciones son muy elementales. Tome usted la carretera de Cortes. Deje Estella del Marqués a su derecha. Continúe hacia Cuartillos. Luego pase el precioso puente de hierro en la Barca de la Florida. San José del Valle y, pasado Algar, encontrará el cortijo de Rojitán. Allí gire a la izquierda. Entrará en una maravillosa carretera. Debe ir despacio ya que así quizás pueda cruzarse con un ciervo, quizás con un jabalí, que le mirará recriminándole la invasión de su territorio. Siempre despacio, deberá cruzar un puente de cuento de hadas, y allí se encontrará con unas construcciones y un ambiente del pasado. Una vez salga de su asombro, puede dirigirse a su izquierda. Allí, si ha completado de forma adecuada su viaje en el tiempo, le estará esperando el mercado (la Plaza en lenguaje jerezano) En el primero de los "puestos" se sirve la carne. De todo tipo, incluida la de caza, claro. A continuación encontrará verduras. Siempre frescas. Y luego pescado traído, no sin esfuerzo, de la Bahía. Ya abastecido visite el cine/teatro. Si lo encuentra abierto saque su entrada y pase. Está usted en pleno siglo XX. Si se ha terminado de rodar quizás proyecten, quién sabe, "El tiempo en sus manos".

Una vez termine salga y continúe paseando. Llegará a la Iglesia. Allí, en la pequeña plaza que tiene a la entrada, no le costará ningún esfuerzo imaginarse que se está preparando otra versión de la "Salida de misa de doce", quizás la primera película rodada en España. Admire lo cuidado de los jardines, sus quioscos llenos de revistas, tebeos y chucherías de todo tipo. Para finalizar el paseo siéntese en el bar, descanse y recuerde la fecha en la que salió de Jerez y la que está viviendo actualmente. Salió en un siglo y ahora se encuentra en el anterior. Aturdido por tal cúmulo de emociones inicie el camino de vuelta con el convencimiento de haber viajado en el tiempo. Wells tenía razón.

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