Programación Guía completa del Gran Premio de España en Jerez

Me pasa con la luz como con los libros. La valoro tanto que me cuesta (sic) ver abusivo su precio. Que un Quijote, que está a la misma altura que las Meninas de Velázquez, que son inalcanzables, cueste 20 euros me parece el mejor negocio del mundo. Que la luz con que leerlo, o las bellísimas ventanas encendidas de las casas que vemos de lejos, imaginando la felicidad que velan, nos las podamos permitir, aunque sea a duras penas, me parece deslumbrante.

Lo que demuestra solamente que un temperamento poético no es la mejor aptitud para ser un columnista político. En el precio de la luz, que deberíamos llamar de la electricidad, por exactitud y para electrocutar el lirismo, se alumbran muchísimos de los males de nuestro tiempo. Hagamos pasar la factura de la luz por el prisma de un análisis de urgencia para ver cómo se descompone en haces rojo, anaranjado, amarillo, verde, turquesa, azul y violeta.

1) Se ve enseguida el rojo de la ideología. El Gobierno en España invierte mucho más tiempo, energías, medios y dinero en postureo y propaganda que en gestionar bien, que les parece algo tecnócrata y, en consecuencia, facha. 2) Se ve el anaranjado del peligro que se cierne sobre nuestra industria, a la que se le disparan los costes, y, por tanto, sobre nuestro electrocutado mercado de trabajo. 3) Se ve la codicia amarilla de la carga tributaria. La factura está muy alta, ya, y más de dos tercios de ella se va en impuestos de todos los colores. 4) El verde, ay, del postureo ecologista. Las energías limpias tienen un coste que sostenemos entre todos y no quienes se ponen las medallas de la sostenibilidad. Para jugar limpio en el discurso verde habría que empezar por asumir una transparencia total de costes y sacrificios que se exigen a la sociedad y sopesar alternativas distintas -como la nuclear- sin prejuicios. 5) El precio de la electricidad (con sus impuestos incluidos) castiga especialmente a las familias más numerosas, que, como es obvio, consumen mucha más energía. 6) A la vez castiga proporcionalmente mucho más, en cuento que es un gasto fijo de los hogares, a quienes tienen menos capacidad económica. Pocas situaciones menos sociales. Y 7) demuestra la hipocresía de nuestros políticos, cuya preocupación por el precio de la energía es inversamente proporcional a su posición de gobierno. En la oposición todos están de lo más concienciados y comprometidos. Luego, no.

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