La ciudad y los días
Carlos Colón
Ministra fan, oposición Bartolo
Gafas de cerca
Puede ser una faena que te inviten a según qué fiestas, y más hoy, donde el objeto material y formal de cualquier reunión es, se declare o no, hacerse fotos y enviarlas al espacio sideral para que otros, unos otros más o menos cercanos o totalmente desconocidos, vean lo bien y con cuánto glamour nos lo pasamos. Entre las fiestas más comprometidas, la que mayor pereza y pánico puede dar a la legión de esaboríos y malages que somos -y a mucha honra- en esta tierra es la de disfraces. Debe de ser asunto de diván, pero sé bien que, aunque taradillo, no soy el único: si la fiesta con causa indumentaria está planeada y bien plantificada en tu próximo sábado, desde el lunes los excéntricos -fuera del centro, imcumplidores de la tónica general- sentiremos reiterados pellizcos estomacales durante seis días al recordar que debemos ataviarnos, a saber, de hippy, ibicenco, reinona, friqui de la galaxia o Antonio/Merchi Alcántara. Aun a riesgo de ser señalado con el dedo del feminismo fatal -y coñazo- que emborrona el feminismo, sostendré que la pasión por el disfraz es más de mujeres que de hombres. Y ahora toca Halloween, Jalogüín para los detractores. Que va de disfrazarse de muertos, hadas, brujas, zombis, druidas y tíos con un hachazo en la crisma.
Halloween es un marcador valioso para prever la ideología de un individuo español, que es de natural previsible y titular de una de las dos hemiplejias morales nacionales, según dijo Ortega y Gasset: aquí, lo propio es ser de derechas o izquierdas, dejando una mitad del cuerpo y el alma inútil. Es cómodo el prêt à porter ideológico. El detractor de Halloween es rancio a mucha honra. Aunque eso de ir en contra de algo inofensivo y juguetón merece un: "Cállese usted la boca y métase en sus asuntos". Hay fobias que envejecen mal, y una de ellas es la fobia a Halloween, una celebración pagana, que hace humor de la muerte -eso es algo, oiga-y tan nuestra como las hamburguesas y pizzas, los pantalones vaqueros, el vehículo a motor o el ordenador personal, por no hablar de la quinoa y la kombucha: cuente cuántas de las cosas que rodean su vida diaria son "nuestras de siempre". La hija de una amiga se sorprendía por los opositores a Halloween, barredores de lápidas y procesionales natos: "Yo llevo toda la vida disfrazándome ese día, mamá, ¿por qué dice tu amiga que es una invasión?". La niña tiene 22 añazos. Dejemos vivir, sacudamos telarañas (sin arañas ya). Dicho esto -muletilla muy de Rajoy-, a un servidor lo van a pillar vestido de Conde Drácula antier.
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