Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

He dado un mal paso, literalmente. Y no ha sido ni esquiando en las glamurosas pistas de Cortina d'Ampezzo ni compitiendo por la copa del mundo en el hortera Qatar. Bastó con poner mal el pie, que se quedó trabado entre dos piedras, y con intentar equilibrar el cuerpo con la rodilla izquierda para no caer. Craso error. La rodilla hizo lo que no tenía que hacer, aquello para lo que la naturaleza no la diseñó, giró mal sobre sí misma, se entusiasmó creyendo que era de goma y se autodestruyó sin avisar. Bueno, sí, un poco sí que avisó y, aunque no acertaría ahora a describir cómo fue, puedo decirles que noté, sentí, oí dentro de mí algo así como un chasquido, un crujido, un clic… Así que ahora yo, una mujer de cierta edad y más bien poco deportista, vivo secuestrada por una lesión de rodilla propia de un futbolista de alta competición.

Primera lección de la lesión: cuando se entra en internet se aprende que la rodilla humana es una maravilla de la ingeniería corporal en la que un sinfín de cosas (huesos, tendones, ligamentos, meniscos, cartílagos…) colabora estrechamente para que podamos sostenernos, andar, sentarnos y correr.

Si el mal paso lo das en una región pobre de un país perdido y tienes que hacerte un vendaje a ti misma siguiendo un tutorial de internet, viene la segunda lección de la lesión: nunca debe abandonarse a su suerte a la sanidad pública, universal y gratuita, porque es la única que nos salva del subdesarrollo y del desamparo. Tres días pasaron antes de que pudiera verme un médico y unos cuantos más antes de que se supiera qué había pasado en mi rodilla. Fue necesaria una resonancia electromagnética. Estando inmóvil y dolorida, mirando el techo y oyendo un bucle de música relajante (que no me relajaba nada porque sabía que estaba ahí, precisamente, para que me relajase), media hora da para pensar en todo tipo de cosas. Arreglar este desaguisado llevará su tiempo. Será lento, me dicen, y tendré que hacer reposo, usar muletas, no cargar para que el hueso se regenere… luego veremos qué pasa con ese ligamento que se ha hecho cisco. Cambiar de vida y depender de los demás no es nada fácil para mí; corro el riesgo de recuperar la rodilla, pero quedarme en un estado crónico de ansiedad. Tercera lección de la lesión: hay que aceptar lo que nos viene y pensar siempre que hay cosas mucho peores y que cualquiera de ellas nos podría pasar.

Los días tienen ahora muchas horas y muchos vacíos para una persona con muy mala relación con la improductividad. Así que he recuperado una documentación que me traje hace años de Londres y he comenzado a escribir un libro. Al menos, un trocito de la historia de la Rio Tinto Company se beneficiará de la historia de mi rodilla izquierda. Cuarta lección de la lesión: hay que intentar que también el infortunio nos deje, al final, algo ilusionante.

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