DE nuevo Miguel Ángel González vuelve a ser protagonista especialísimo de este Jerez flamenco que, cada año, se convierte en centro neurálgico y universal de una manifestación artística que es distinta a todas y encierra muchos elementos que la hacen única y grande, muy grande.
Carmen de la Calle es, probablemente, la galerista que más sabe de flamenco. Ella lo tuvo cerca desde siempre y lo vivió como se vive la vida al lado de Lupino, aquel flamenco importante que fue su padre. Por eso, no nos puede extrañar que haya escogido para su galería, en estos días festivaleros, al que es uno de los más importantes fotógrafos de flamenco que podemos encontrar. Aunque, en esta ocasión, Miguel Ángel González rompe barreras con su nueva exposición, 'Danza, Amor, Sometimiento', en la que ha sabido hallar el mejor compás a actividades tan complejas como son la danza clásica y contemporánea. Sabe, como nadie, llevarlo a la práctica en una fotografía que manifiesta el más profundo sentido, la esencia más pura y ese medido compás del que hablamos para dejar traslucir las imposibles escenografías ficticias que el baile, la danza eterna, desentraña.
La fotografía de Miguel Ángel González envuelve de emoción la imagen representada, traslada el sentido ilustrativo de la misma a una nueva dimensión, patrocina un estadio de poderosa inquietud, algo que está muy por encima de lo que la mirada alcanza y nos deja tener una privilegiada visión de lo que la danza supone; asunto este tan difícil que ni siquiera los más avezados son capaces de captar y que el objetivo de Miguel Ángel llega a alcanzar para aprehender los esquivos ángulos de un arte que va más allá de cualquier encuadre previsto.
Pero la obra de Miguel Ángel González no sólo testimonia el arte grande que es la danza, no se queda en una mera exposición sobre un asunto que demuestra que él domina a la perfección. Es un presupuesto artístico mayor, una entidad plástica que asume su más trascendente dimensión, que manifiesta un proceso creativo superior donde lo de menos es el motivo representativo que plantea. En la fotografía del autor jerezano se superpone al propio desarrollo ilustrativo el poder dominante del desenlace artístico, la realidad creativa, la fórmula estética. Es, por tanto, una entidad máxima, un ejercicio total de práctica artística que, además, participa de ese arte grande que manifiesta que es la danza. Es casi un metalenguaje artístico, la proyección infinita del baile envuelta en unos bellos, emocionantes y acertados registros compositivos. La fotografía de Miguel Ángel González, uno de los grandes fotógrafos de Diario de Jerez, trasciende, incluso, más allá, de la propia fotografía. Su obra nos lleva al arte general, sus formas imposibles se nos antoja referencias absolutas de cuadros de Zurbarán o Caravaggio y esculturas des especialísimo sentido plástico. Todo ello puesto en evidencia en una especie de santa sanctorum que el autor ha ideado para convertir el espacio en una especie de íntimo sagrario roto por la música de Leonard Cohen y por el más espiritual arte de la danza.
Miguel Ángel González nos vuelve a convencer de su aplastante poder creativo, de su ilimitado sentido artístico y de su capacidad plástica para componer los más bellos esquemas ilustrativos de una faceta tan complejísima como es el baile, la danza eterna; y lo hace con nueve piezas extraordinarias, llenas absolutamente de los más elevados planteamientos artísticos.
Espectacular muestra la que Miguel Ángel González lleva a la galería jerezana. Una vez más, Carmen de la Calle acierta en tiempo, fondo y forma. Infinitas funciones artísticas creadas por Miguel Ángel González, que se funden en un ilimitado y trascendente juego visual. ¡Para no perdérsela porque es de lo mejor que hemos visto últimamente!
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