Demasiado tarde. Si usted había barajado la idea de forrarse montando una empresa que ofrezca a los clientes la posibilidad de ir en peregrinación hasta Fátima, pero sin moverse del sofá, lo siento mucho, le han pisado la idea.

En Portugal existe ya un negocio así, dedicado a las penitencias vicarias (es decir, a las penitencias por encargo, para que en nombre del cliente sea otra persona quien las sufra.) Por unos precios bastante razonables, un paisano de la zona brinda una discreta gama de servicios, que van desde la peregrinación a pie (en la que el usuario se ahorraría la fatiga de andar los 200 kilómetros que hay desde Lisboa hasta Fátima, pero a cambio de pagar 2.500 euros por un certificado que diga que sí que los pateó), hasta otras mortificaciones más livianas. El encendido de velas se paga a 25 euros por unidad. Y el rezo del rosario, por ejemplo, viene a salir por 250, que en principio podría parecer caro, ya que se trata sólo de rezar un puñado de avemarías, pero bien mirado es una ganga, ya que eso es lo que se gasta mucha gente en el bingo por echar el rato, mientras aquí lo que anda en juego es la mismísima eternidad, que se dice pronto.

Sorprende comprobar que en la lista de precios no se ofrezcan tarifas reducidas para pensionistas, desempleados o grupos escolares. Sobre todo si se tiene en cuenta que son precisamente estos colectivos más desfavorecidos los que mayor necesidad tienen de implorar milagros.

Sin ser nueva la idea (ya que el negocio de hacer el Camino de Santiago en lugar de otra persona es tan antiguo como la propia ruta jacobea), es genial, ya que todos arrastramos nuestras culpas, algunos incluso se arrepienten de haberlas cometido, pero con el ajetreo de la vida moderna, con tanto trabajo acumulado en el despacho, teniendo que ir al gimnasio, que recoger a los críos al conservatorio y luego preparar el convite de la comunión, no siempre sobra tiempo para cumplir las promesas que se hacen a la Virgen.

Además, si ya reparten las pizzas a domicilio; si hace años que los afinadores de pianos vienen a casa para que no tengamos que llevárselos nosotros a la suya; si incluso las montañas van adonde Mahoma cuando el profeta no tiene ocasión de acercarse hasta allí, ¿por qué no se iban a practicar también estas peregrinaciones por poderes que no solo evitan al peregrino muchas fatigas, sino que fomentan la creación de empleo?

¿O también nos va a parecer mal que haya trabajos de subalterno en estas materias religiosas? Hay pinches de cocina que cobran al mes lo que cuesta comer un solo día en el restaurante donde se desloman de martes a domingo. Hay aspirantes a medrar en la política a los que ni les pagan por pegar los carteles electorales. Y empleados públicos trabajando en régimen precario. Pues si alguien tiene que hacer esos trabajos sucios en la vida civil, ¿por qué no iba a haber también penitentes sustitutos, flagelantes a tiempo parcial o nazarenos interinos? Con todo, habrá quien piense que son ideas peregrinas.

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