La esquina
José Aguilar
Una querella por la sanidad
En tránsito
Ya sé que no es el momento, en pleno puente de la Inmaculada y tan cerca de las vacaciones de Navidad, pero los resultados del informe PISA sobre el rendimiento educativo de nuestros alumnos de ESO son tan catastróficos que no se pueden pasar por alto. Reconozco que es un tema aburridísimo y sobre el cual las almas bellas no quieren ni oír hablar, pero alguien tendrá que hacerlo. El batacazo que demuestran los resultados del informe (con una caída brutal en Matemáticas y Comprensión Lectora) debería convocar la creación urgente de una comisión parlamentaria que investigara todo lo que se ha hecho –espectacularmente mal– en estos últimos años. Pero no se preocupen, no se hará nada.
Desde hace muchos años vivimos una relación con la realidad idéntica a la que se vivía en nuestras universidades en los tiempos de la escolástica. Sólo se puede enseñar o investigar aquello que obedezca a los dogmas inamovibles de la Santa Madre Iglesia (Progresista). En cambio, todo aquello que resulte incómodo o que contravenga estos dogmas debe ser excluido y no puede ser ni siquiera nombrado. Uno de nuestros dogmas de fe educativa nos obliga a creer que la inmersión lingüística es provechosa y además crea cohesión social (sea eso lo que sea), cuando está clarísimo por los resultados en las comunidades donde se aplica –Cataluña, sobre todo– que la inmersión en una sola lengua no funciona en absoluto. Y por supuesto, hay otro dogma que nadie se atreve ni siquiera a mencionar: la presencia cada vez mayor de niños inmigrantes en nuestras aulas que no saben el idioma ni carecen de una formación previa adecuada. En los países receptores de inmigrantes –Estados Unidos es el primero– hay itinerarios distintos para los inmigrantes recién llegados, pero esto en España sería impensable. Una vez se lo comenté a una “experta” y la mujer se llevó horrorizada las manos a la cabeza. “Eso es segregador”, chilló, y no quiso ni volver a oír hablar del asunto. Un catedrático de Teología de la Universidad de Salamanca del siglo XVIII habría gritado lo mismo si le hablaran de Galileo o de Newton. Y así estamos.
Para salvar nuestro sistema educativo habría que centrar todo el esfuerzo en un aprendizaje basado en dos herramientas indispensables –Lectura Comprensiva y Matemáticas–, pero no se preocupen, porque no se hará nada. Nada. Circulen.
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