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HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Instintos libres

Pongámonos en guardia cuando oigamos hablar de libertad, en particular si el mensaje nos lo envían los gobiernos. Seguro que hablan de una libertad que ellos nos van regalar graciosamente, no de la que nosotros debemos conquistar, porque la libertad nunca es un regalo sino una conquista. La obligación de los gobernantes es no entorpecer el camino hacia las libertades individuales y no sacrificarlas a las libertades públicas, que deben ser muy generales, algo vagas y, por necesidad, reprimidas con leyes antiguas y normas de moda. No se puede imponer a palos la libertad a los demás, sino educarlos y dejarlos a su albedrío para que sepan, más pronto que tarde, cuáles son los límites que les permiten desenvolverse sin invadir espacios ajenos. De la libertad se ha escrito tanto que no vamos ahora a descubrir su imposibilidad objetiva: ganamos libertades personales a cambio de renunciar a otras.

La libertad gregaria e igualitaria no existe ni puede existir, en todo caso sería una ilusión de brutos contentos de su animalidad. Hay un programa oficial para enseñar a los adolescentes a obtener el orgasmo, solos o acompañados, con artilugios o con sus manos limpias. Quiere ser una libertad más que los políticos les regalan a los jovencitos. Todos fuimos adolescentes y tenemos el recuerdo de haber sido menos tontos que los políticos. El orgasmo se encuentra casi sin querer a muy temprana edad y la propia naturaleza humana tiene las claves para el hallazgo. No es como aprender a leer, que, si no se enseña, nos mantiene de por vida en el analfabetismo. El orgasmo, el hambre o el sueño tienen mecanismos aparte. Que sean libertades públicas regaladas por una política determinada es echarle mucha imaginación, más bien se trata de ataduras y trampas que nuestros instintos disponen. Pensemos en el hambre, instinto de conservación, que trae sin sueño y casi sin orgasmos a media humanidad.

Ahora bien, el pueblo jacarandoso debe tener una sexualidad bastante libre y elemental y no es conveniente enseñarle refinamientos. El pueblo, como se sabe desde el origen del hombre, es hoy la masa que trabaja, si tiene trabajo, y no se hace preguntas atormentadoras, come y bebe y trae algunos hijos al mundo para que continúen su ciclo vital sin complicaciones. Es muy conveniente enseñar el programa de la obtención del orgasmo en los colegios públicos de los barrios pobres. Los pobres siempre se llevan la peor parte, a pesar de los orgasmos o gracias a ellos, de las campañas políticas en la enseñanza, pues no pueden ir a colegios caros, donde se enseña al que quiera a dedicar la energía de los instintos para fines más altos. De los colegios buenos salen las élites que conforman luego la clase dirigente y aun la política, aunque nunca debemos confundir una con otra, por más que la segunda pretenda suplantar a la primera.

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