Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

La Historia cambia a mordiscos, bocados que se arrancan a lo magro de los que tienen propiedad, porque el que tiene la quiere y el que no: también. Cuando veo a algún inapropiado (tómese en la acepción de “sin manduca”) quejarse de todo, me pregunto si es consciente de la sangre que ha costado que su individualidad esté ligada al concepto de Estado, pues sólo con el sufragio libre y universal dejó de ser éste propiedad privada y nosotros parte de ella. Disfrutamos de dignidad desde hace menos de un siglo y esto no ha llegado aún a países donde celebramos la Supercopa.

No soy un admirador de la Ministra Irene Montero, creo que la formas y un discurso muy razonado pero tropellado y, a veces, con un punto disciplinante, me la estropean como referencia. Sin embargo, y lo elevo a Público, su trabajo en el Ministerio, incluida la gran cagada de no haber previsto que una Ley la interpretan gentes que pueden ir a por ti y, por tanto, no puede contener ninguna falla por la que colar un cincel, ha dejado un gran cambio social y eso sólo lo hace quien de verdad aporta trabajo y novedad.

La cuestión del consentimiento es muy difícil de digerir para quienes hemos sido educados en el “débito conyugal” o en lo de “meter mano”, ahora se llama a eso “violar” y, claro, alguno puede descubrirse a sí mismo como aquello peor de lo ha estado despotricando; gran parte de la quejumbre la componen partidarios (y partidarias) de colgar por los testículos a los violadores y, de repente, temen por los suyos, ¿cómo no van a defenderse ante tal ofensa?

Para mí un Gobierno no es sólo gestión, es proyecto y es un intento de evitación del mal y el sufrimiento; el bien para los creyentes. Irene Montero ha canalizado un ansia de igualdad real de millones de mujeres (y hombres) que han decidido dar un salto cualitativo: abandonar la culpa por su propio cuerpo. El dominio (acomplejado) del varón ha ocultado la potencialidad y la dignidad de un cuerpo femenino que todavía hoy ha de justificarse a sí mismo sus deseos, su aspecto y su capacidad de decisión, situando la autoridad más allá de su propio fuero.

Esto es una revolución de tal calibre que habrá de cambiar radicalmente las maneras y las realidades de la Humanidad de los últimos diez milenios. Supone el fin de muchas cosas tal y como las conocemos: familia, dios, patrias, géneros, amistades, sexualidad... ¿Cómo no van saltar eléctricos quienes reaccionan?

Lo ocurrido con Rubiales es la prueba fáctica de un trabajo y de que, lejos de las parodias de la carcundia, las tesis de Montero representan las de una nueva mayoría pujante que afortunadamente se aleja del culto monoteísta a los atributos sexuales del padre. Jódanse.

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