Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

De Jerez, el Hotel Alfonso XIII y el director de la Real Academia Española

Interior del Hotel Alfonso XIII, este pasado martes, durante la ponencia del director de la RAE Santiago Muñoz.

Interior del Hotel Alfonso XIII, este pasado martes, durante la ponencia del director de la RAE Santiago Muñoz.

Puerta Jerez. Amanece, que no es poco (como en la película de José Luis Cuerda). La fuente de Hispalis -con ecos artísticos de Manuel Delgado Brackenbury- regresa al agua que pregona un monólogo interior de estilo indirecto libre. Luis Eduardo Aute diría que aquí “el agua transcurre y flota y sacia la tierra”. Es martes 18 del presente mes de octubre y año en curso 2022. Un verso suelto se descuelga de aquel reloj dorado y redondo como el albero de la Maestranza en tardes de Puerta Grande. Nueve y veinte de la mañana. La atmósfera fecundiza cierto frescor que parece confabularse con el traje de chaqueta de todos cuantos ya nos adentramos por la filigrana histórica de 1929, léase el Hotel Alfonso XIII. Sevilla –“Julio César me cercó de muros y torres altas”- valida cualquier método del análisis racional en este vaivén temprano de porcelanas con legañas azules. La ciudad -con título de ensayo de Manuel Chaves Nogales- regresa al cristal mate de su cotidianidad. No existe el tempus fugit cuando esta jornada -esférica, circular- se despereza entre azulejos de Rinconete y Cortadillo, tan del “príncipe de los ingenios españoles”, Miguel de Cervantes Saavedra, y cielos abiertos a la “Sevilla, quiero ser poesía pura” de Joaquín Romero Murube.

Asisto, invitado por esta casa periodística, al Foro Joly Andalucía. Los interiores del Hotel Alfonso XIII son un collage de lámparas de artesanía, arcos de latido mudéjar, cerámicas y alfombras de la Real Fábrica de Tapices. Uno parece acunarse entre lo inaccesible y lo onírico. La riqueza ornamental cobra enteros. Protagoniza el evento un invitado de excepción: Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española: es decir: un jurista preclaro y “preocupado por España”, un académico dotado de auctoritas, un digno sucesor de Fernando Lázaro Carreter -siempre el dardo en la palabra porque verba volant…-, un eminente mantenedor de la Docta Casa que fundara Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena. Enseguida nos acomodan en la mesa designada. El gran periodista cultural Braulio Ortiz toma notas de puño y letra. Me alegra la presencia del celebérrimo abogado

Joaquín Moeckel, con quien hice buenas migas a partir de su participación en un congreso sobre turismo y Cuaresma que organicé hace ya algunos años. Saludo a no pocos amigos de la tierra de María Santísima. En el ambiente gravita esa plural riqueza intelectual que marmóreamente, como un café de metáfora y leche semidesnatada, ad perpetuam rei memoriam, describiera Gómez de la Serna en su tocho dedicado a la tertulia de Pombo.

Santiago Muñoz dicta una lección magistral. Plácido, convincente, nada sobreactuado. Desprovisto de reacciones ibéricas y de saladas utopías. El director de la RAE aborda asuntos actuales e incluso posmodernos. Verbigracia la inteligencia artificial, que no necesariamente -sino todo lo contrario- nos reconvertirá en ciudadanos ‘zero’. O cómo pronto entrarían en el diccionario 177 términos de Andalucía: por ejemplo atarazana, gazpacho, cortijo o jamacuco. ¿Para cuándo ‘ojana’? O el trabajo en cooperación de las Academias de la Lengua Española en proyectos tales el Diccionario Panhispánico del Español Jurídico o el Diccionario histórico de la Lengua Española.

Los académicos de la RAE se muestran de veras ilusionados con la iniciativa denominada Lengua Española e Inteligencia Artificial (LEIA) –“a algunos les llama la atención que hayamos escogido ese nombre, que es el de la princesa de ‘La guerra de las galaxias’, poco propia para una institución que consideran vetusta”-. Indicó Santiago cómo actualmente existen 7.000 millones de máquinas que hablan español y la Academia está contactando “con los fabricantes de esas máquinas, que son en su mayoría Silicon Valley, para darles las herramientas y así se use el español más correcto”. ¿No es esto, por ende, estar al quite de una sociedad moderna que por descontado sigue necesitando a las Reales Academias como instituciones que hoy por hoy gozan de muy buena salud? Quienes disfrutamos de la ponencia del director de la RAE, este pasado martes en Sevilla, podemos dar fe de ello.

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