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Juanma Moreno se resiste a retirar la proposición de ley PP-Vox para legalizar regadíos en el entorno de Doñana por un solo motivo: para no darle la razón al PSOE y al Gobierno de la nación. Para no aparecer como derrotado. Para no admitir que se ha equivocado en un asunto en el que todas las sensibilidades sociales y políticas están a flor de piel. Para no reconocer que en materia de Doñana la batalla de la opinión pública ya está perdida aun antes de plantearse.
Pero mientras más tiempo tarde en tirar la toalla y volver a empezar, peor le irá. Primero, porque parece mentira que haya obviado el canibalismo voraz de su adversario, Pedro Sánchez, que ha saltado sobre su presa con auténtica fruición por lo fácil y suicida que ha resultado ser. Segundo, porque en el entretanto se improvisan maniobras de distracción y sucedáneos de autocrítica que no hacen más que debilitar la posición.
Por ejemplo, la implicación de la Unión Europea. La Junta ha pasado, en un rato, de personarse con humildad en Bruselas para explicar el plan de regadíos y recoger las aportaciones de la UE, a cargar contra el comisario de Medio Ambiente, atribuyéndole oscuras motivaciones en su rechazo al polémico proyecto. ¡A quién se le ocurre! El comisario es militante verde, sí, pero interviene desde la misma legitimidad que ostentan el socialista Borrell o la conservadora Von der Leyen. Sólo ha verbalizado una posición firme y constante de la Comisión: Doñana no se toca porque es patrimonio de la Humanidad y ya se encuentra muy tocado por los regadíos, incluso los legales, desde hace décadas y por la presión derivada del modelo turístico de Matalascañas, que ningún gobierno español osaría cambiar. Y casi hundido, ahora, por la sequía.
Hay otra reacción de Moreno Bonilla más acertada, pero insuficiente: sentarse los dos Gobiernos, el central y el autonómico, a negociar una solución al problema de estos centenares de agricultores alegales, posiblemente permutando sus tierras por otras alejadas del Parque. ¡Haber empezado por ahí! No vale imponer tu plan, presentándolo además como proposición de ley para evitarse informes seguramente negativos, y después, ante el escándalo desatado, declararte dispuesto al pacto y al consenso, como sin haber roto nunca un plato.
El relato ya lo tiene perdido, haga lo que haga. No hay más salida que recoger velas, que decaiga la propuesta y negociar un plan nuevo para hallar una salida más aceptable al conflicto. Si la hubiera o hubiese...
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