Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Letal corrección política

Apenas que cumple uno unas décadas de nada, se te hace patente que hay algo inexorable en la vida y, por ende, en la historia de todos: los ciclos y lo pendular. Todo lo que sube baja, nada es permanentemente bueno o malo, y los seres vivos, las condiciones ambientales en las que viven, las empresas, el amor, la familia, la economía de los territorios, la salud, todo está por algún motivo más o menos escrutable a la secuencia "nacimiento, crecimiento, inflexión, madurez y muerte"… o renovación del ciclo (o sea, reciclaje). De la mano de esto, la vida de uno y la común, la próxima y la remota y de otros, no puede eludir los pendulazos, las idas y venidas, la reedición de la Historia.

Hace unos días, una portada de Business Week representaba a Europa, la comunitaria, como un gran barco desvencijado, desorganizado, pesado y lento, con el casco y la cubierta salpicados de agujeros y otros rotos, las velas raídas, los palos no todos en su sitio; la tropa, de Romanones; Gran Bretaña huyendo en un navío de apariencia renovado y esbelto. Una de las vías de agua estaba señalada con un letrero: "La corrección política". Me sorprendió, y coincido: es un mal no bien ponderado de nuestro tiempo. La Unión Europea, crisol de todos los consensos, convenios y armonizaciones no sólo sufría de la Eurocracia, el pie en pared de una inquietante Italia, el Brexit, el populismo fascista, comunista y nacionalfascista (por lo fino y lo económico), sino la tiranía suavona y vestida de progresismo de lo políticamente correcto: algo, en el fondo, completamente pendular. Puro deja vù: ya visto antes.

El lenguaje inclusivo llevado al mandamiento (y su consustancial señalamiento y exclusión del pecador), el complejo racial poscolonial, el buenismo de quien es burgués de tercera generación y tiene mucho que perder -barriga incluida, acéptenme la metáfora-, la implacable ofensiva del feminismo excluyente y tiránico, que se atiborra de potajes de inclusión racial. El exceso que provocan los grupos multitudinarios (veintitantos países con sus regiones, algunas queriendo multiplicar la membrecía del club) es, como siempre ha sido en todo y quizá será, esclavo del péndulo que va adelante y atrás y del inexorable ciclo que somete a las cosas. Del péndulo que hizo a los jóvenes de los 70 del siglo pasado diez veces más tolerantes y librepensadores que los jóvenes de hoy. La corrección política es un lastre. Una faena para las nuevas generaciones.

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