El lanzador de cuchillos

Malos tiempos para la prensa libre

Hasta el Papa más progre que vieron los tiempos se ha mostrado comprensivo con los represores

A principios de mayo se celebra todos los años el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Lo de celebrar es un decir porque, aunque sin libertad de prensa la democracia es una entelequia, corren, sin duda, malos tiempos para la lírica periodística.

El derecho a la libertad de expresión está consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que incluye el derecho de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio. Pero ya sabemos por dónde se pasan la célebre Carta muchos de los mandamases del planeta. No sólo los chinos o el régimen cubano. Desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania, Reporteros sin Fronteras ha documentado numerosos ataques dirigidos directamente a periodistas que llevaban brazalete identificativo y, a fecha de hoy, son siete los profesionales de la información que han muerto en la guerra de Putin. Los encarcelados en Rusia por no cubrir "correctamente" el conflicto, muchos más. En Afganistán, desde la llegada al poder de los talibanes, más del 40% de los medios han sido clausurados y se han quedado sin empleo uno de cada dos periodistas varones y cuatro de cada cinco mujeres. Según denuncia la Asociación de Periodistas Independientes de Afganistán, los medios deben adherirse a las "once reglas" dictadas por el Ministerio de Información y Cultura y a la interpretación que hacen los talibanes del precepto islámico de ordenar el bien y prohibir el mal. Decir que en Afganistán hay censura sería decir poco; en Kabul un informador mínimamente crítico -si tal cosa pudiera darse- correría como los famosos lebreles del país perseguido por una caterva de barbudos con turbante, chilaba y kalashnikov. En esto de prohibir la libre expresión, hasta el Papa más progre que vieron los tiempos se ha mostrado comprensivo con los represores. Lo de matar a los dibujantes de Charlie Hebdo por unos dibujos ofensivos le pareció abominable, claro, pero entonces dijo la gilipollez aquella de que si su amigo el doctor Gasbarri le mentaba a la madre se podría esperar un golpe y a todos nos quedó menos claro de parte de quién estaba. Bergoglio, como el del chiste del niño que tocaba el piano: "Paco, ¿qué te parece la ejecución de mi chiquillo?" Y el otro: "Hombre, para ejecutarlo tampoco es, pero un par de hostias sí que se merece". Como la prensa libre.

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