Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Messi, entre Antoñete y Magallanes

El bipartidismo no acaba con Podemos y Vox; acaba con la marcha de Cristiano y Messi

Por mucho que el mercantilismo meta sus sucias manos en el fútbol, no se ha inventado mejor manera de computar el paso del tiempo. Pásmense. Messi debutó en el Barcelona el año de los atentados del 11-M. Se ha repetido muchas veces su primera entrada en el campo, sustituyendo al portugués Deco. Un año antes vimos a este portugués en el estadio de la Cartuja ganando con el Oporto al Celtic de Glasgow la final de la Recopa. Su entrenador era un tal Mourinho. Los escoceses celebraron la derrota dejando sin cerveza todos los bares de Sevilla. Perder es cuestión de método, tituló una novela el colombiano Santiago Gamboa. Y ganar no siempre libera el peso de las lágrimas. Leo Messi iba camino de Antoñete, pero parece que ésta es la despedida definitiva. Oro en Pekín, se va en el crepúsculo de los Juegos de Tokyo, en los dominios de Andrés Iniesta. Hay un nexo curioso entre ambos, porque Messi le metió su primer gol en Liga, 1 de mayo de 2005, al Albacete. El queso mecánico. En su particular homenaje a Berlanga, ha sido verdugo de todos los arqueros de la Liga. Ocho Pichichis. Messi y Sergio Ramos eran los dos únicos futbolistas que podían alcanzar a Joaquín el del Puerto en ese segundo puesto de jugador con más partidos en Liga después del inalcanzable Andoni Zubizarreta. Ha coincidido con tres presidentes del Gobierno: con Zapatero ganó dos Copas de Europa y otras dos con Rajoy. Pedro Sánchez está inédito. Desde Leopoldo Calvo-Sotelo, que tenía apellido de equipo de fútbol, es el único presidente con el que España no ha ganado ningún galardón continental. El bipartidismo no se acaba con Podemos, con Ciudadanos y con Vox. Se acaba con la marcha de Cristiano Ronaldo y Messi del fútbol español. Un portugués y un argentino. La ruta de Magallanes. Somos el tiempo de Messi. Se debería haber despedido como los tenores, ante su público. Su adiós es la metáfora de un tiempo raro. Estaba más justificado un aval para mantenerlo en el Barça que el que aprobaron los ganapanes secesionistas para sufragar las fianzas de su dislate. Sería más patriótico. Un niño le preguntaba a su padre en la playa si Pere Aragonès era hijo de Luis Aragonés. El sabio de Hortaleza. El año que se casaron mis padres, 1956, el Madrid ganó la primera Copa de Europa. El año que murió mi padre, 2006, y el que falleció mi madre, 2015, madridista consorte, las ganó el Barça de Messi. Así es la vida. Orto y ocaso, en palabras de Antonio Domínguez Ortiz. Messi estaba a punto de cumplir cinco años cuando el gol de Koeman en Wembley. En 1992. El año de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la guerra de los Balcanes. Las hemerotecas las carga el diablo.

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