Misterioso

EL jerez, como todo milagro, encierra múltiples misterios. La ciudad en la que nace, la que le da nombre, la que vivió de él y por él, la ciudad que hoy lo olvida y confunde, también está cargada de misterios. Un estudioso hablaría de "Los misterios de Jerez y del jerez".

Misterio que la ciudad lleve tanto tiempo dormida. Misterio que la bodega y los jardines de la calle Cristal lleven años abandonados a su destrucción. Misterio que se haya permitido que desaparezca el paisaje urbano bodeguero, aquel que nos definía y nos hacía singulares. Misterio que la calle Santo Domingo ya no pueda ser nunca lo que fue, ni oler como olía. Misterio que una de las principales bodegas de Jerez, aquella que tenía por costumbre no presentarse a concursos y creó con su vino un mundo frío, seco y aparte, se vendiera desgajando las marcas de sus soleras. Misterio que los sucesivos cambios en las fiestas de la vendimia se hayan convertido en un agravio para el vino. Misterio que la ciudad le haya dado la espalda al vino que la ha mantenido durante generaciones.

Misterio que las gaviotas se vengan a Jerez y vuelen de azotea en azotea, de campanario en campanario, teniendo tan cerca el mar al que pertenecen. Misterio que la Iglesia de Santiago permanezca, no cerrada sino escondida, amordazada por andamios, vallas y redes, ante la absoluta desidia de su barrio, de la ciudad y de los organismos públicos. Misterio que el museo arqueológico permanezca cerrado. Misterio que las casas y palacios con historia se caigan. Misterio que Jerez viva del milagro. Misterio su indolencia.

Misterio que aún podamos un grupo de amigos, sentarnos en una terraza a la caída de la tarde y, sin pronunciar la cursilada del "maridaje", alguien pida una media y patatas o pescado o un poco de jamón, o lo que sea, y nos alcance la medianoche conversando y sintiéndonos mejores, disfrutando del verdadero milagro del vino.