Programación Guía completa del Gran Premio de España en Jerez

Pocos artistas españoles han sido más mitificados que Luisa Roldán. Su extraordinaria singularidad en el arte español la envolvió en ese halo fascinador que rodea a los mejores creadores. Si en vida gozó de una justa fama, tras su muerte, el prestigio de su nombre acabó construyendo un personaje imaginario sobre los escasos cimientos conocidos de la existencia de aquella mujer real, que se oculta bajo el sobrenombre de "la Roldana". El resultado, una vida reinventada y una obra inflada hasta límites demenciales, sin la más mínima sensatez. En algunos casos, se relacionó con ella toda pieza barroca de pequeñas dimensiones o de supuesta grácil impronta femenina. En otros, los argumentos fueron aún más arbitrarios. Roldana y calidad artística se convirtieron así en sinónimos en el contexto de la escultura, y más en el ámbito cofradiero. Aquí es donde hay que situar las atribuciones de imágenes procesionales que se dan en Jerez como consecuencia de su acentuado proceso de crecimiento y sevillanización a lo largo del siglo XX. El parangón con la Semana Santa de la capital andaluza se convierte ahora en una enfermiza obsesión que llega a anular los valores propios a cambio de la altiva ostentación de los ajenos. Todo esto incluía mantener en el anonimato, debido a las escasez de investigaciones, a los escultores que trabajaron en la ciudad y la zona.

Hoy, sin embargo, los avances en el conocimiento de estos maestros y en la cronología de algunas de esas tallas, antes asignadas a Luisa Roldán, nos permiten llegar a la conclusión de que esta sevillana no trabajó para Jerez. Pero, en paralelo, esta artista está siendo estudiada ya con criterios rigurosos y cada vez despierta más interés internacionalmente.

De esta visión renovada hablaré mañana a las 20.00 en el Ateneo, dentro su ciclo sobre mujer y arte. Les espero.

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