Monumento

Conmueve el hilo que une los trabajos alimenticios de Cansinos con sus ensoñaciones de muchacho

Yo quería leerlo todo, adquirir el don de lenguas de los apóstoles, poseer la clave de todos los enigmas", escribe Cansinos en una de las maravillosas páginas de La novela de un literato, evocando la ingenua ambición del adolescente que soñaba con acceder al conjunto de las letras universales salvando los tiempos y las barreras idiomáticas. Se trataba, naturalmente, de un deseo irrealizable, pero hay que decir que ya el joven entusiasta y sobre todo, después de su progresivo retiro, el autor maduro y el anciano desengañado, llegaron muy lejos en su búsqueda de la familiaridad con las innumerables pasajeras del arca de las palabras. En una cultura como la española, tan escasamente políglota, el empeño autodidacta de Cansinos sigue moviendo al asombro, por más que su conocimiento de las lenguas -francés, inglés, alemán, italiano y ruso, además de latín, griego, árabe y hebreo clásicos- no fuera completo en todos los casos. Suele con razón decirse que todavía entonces, en la primera mitad del siglo pasado, el aprendizaje de las lenguas vivas se llevaba a cabo de modo no distinto al prescrito para las muertas, con la ayuda de gramáticas y diccionarios que permitían leer los textos pero no necesariamente conversar o incluso entender a los hablantes. Poco importa eso cuando nos referimos a un escritor que tradujo, entre otros muchos títulos, las obras completas de Goethe, Balzac y Dostoievski, el Corán, las "bellezas del Talmud" o Las mil y una noches. Es sabido que en la posguerra, depurado por la dictadura -bajo el cargo de judaísmo, aunque el innoble expediente no deja de aludir a su "vida rara"- y cada vez más aislado de sus contemporáneos, Cansinos encontraría en la traducción a destajo un precario modo de subsistencia, pero hay en la dedicación del sevillano, verdadero exiliado interior, algo que conmueve profundamente, y es el hilo que une los trabajos alimenticios del viejo casi olvidado, en los que volcó una sabiduría enciclopédica, con las ensoñaciones del muchacho retratado en sus memorias. Con motivo del segundo centenario del nacimiento de Dostoievski, la Fundación Archivo Rafael Cansinos Assens ha empezado a reeditar la obra completa del ruso, a la que su traductor dedicó ocho años, entre 1927 y 1935. El primer tomo reúne los estudios de Cansinos sobre el "novelista del subconsciente", una extensa muestra de su admirable solvencia crítica. El segundo, su versión de las Memorias del subsuelo. Hay quienes se han permitido desdeñar su uso de un castellano deliberadamente decimonónico, pero lo que hizo aquel hombre raro, con Dostoievski y con tantos otros, merece para siempre la calificación de monumento.

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