Quousque tamdem

Luis Chacón

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Nostalgia de la elegancia

Sería muy recomendable que recuperáramos las formas para dar un sentido más mesurado y empático a la convivencia

Mmakyth man. Los modales hacen al hombre. Estas tres palabras en inglés arcaico por Guillermo de Wykeham, Obispo de Winchester, a finales del siglo XIV y que son el lema que dio al Winchester College en su fundación, se condensa una forma de entender la vida. La elegancia como fin y como medio. Un sentido vital para la Humanidad cuando busca vivir en la excelencia. El que aúna en la convivencia la cortesía, la sencillez, la paciencia, el humor, la mesura y el comedimiento y el saber estar. Esa feliz coincidencia de virtudes conscientes que nos hace ser considerado con todos, grandes y pequeños. Príncipes y mendigos. Pues lo que mejor define a una persona es su comportamiento con y respecto a los demás. Saber mirar y escuchar antes de hablar, mostrando interés en todos los asuntos que se susciten y ante cualquier persona que desee generosamente compartirlos. Algo que ya Aristóteles nos aconsejaba en su Ética a Nicómaco.

Pero, lamentablemente, el ser humano siente en demasiadas ocasiones un miedo cerval a escabullirse de la presión de la turba. Incluso siendo plenamente consciente de que esa aparente mayoría está equivocada. Pues siempre son más los que gritan que los que callan y muchos más los amenazados que los amenazadores. Caer en la conformidad es cambiar públicamente decisiones, comportamientos y hasta ideas o pensamientos que creemos y sabemos correctos para encajar torpe y gregariamente con la opinión de esa desabrida muchedumbre con la que no coincidiríamos jamás, de actuar con plena libertad y conciencia. Una libertad mutilada por el miedo al entorno. Una libertad segada por un grosero adocenamiento que convierte la vida, cómo escribió Shakespeare en Mcbeth, en una historia contada por un idiota, llena de ruido y de furia, que no significa nada.

La zafiedad se ha apoderado de la vida pública. Se desprecian la cortesía y la cordialidad; y el debate, en cualquier lugar, se reduce a burdos argumentos ad hominem, donde las fintas dialécticas son meras bravuconadas de borrachos, propias de una riña tabernaria. La elegancia es un ejercicio consciente de libertad personal y fruto de una exigente y adecuada actitud adquirida. La elegancia se opone y supera la natural rusticidad de la naturaleza humana y nos convierte en seres sociales. Sería muy recomendable que recuperáramos las formas para dar un sentido más mesurado y empático a la convivencia y a la propia vida.

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