Gracias a Dios ya empieza Septiembre, la actividad, el colegio, las benditas rutinas, y empezamos a encajarnos de nuevo un poco más en el orden y la estructura.

Empiezan los años fiscales, los nuevos cursos, nuevos objetivos, nuevos sueños y nuevas expectativas. Es cierto que enero es el cambio de año oficial, pero lo que realmente cambia nuestras vidas es el mes de septiembre. Recomenzamos con todas nuestras fuerzas recargadas después de un largo paréntesis veraniego y le ponemos todas nuestras energías renovadas.

¿Qué nos deparará este nuevo año? Quizá para algunos será simplemente otro año más, pero para el resto comienza algo importante, nuevos trabajos, nuevos retos, nuevos cursos, nuevos compañeros, finales de ciclos educativos, sociales y vitales.

Aunque seamos adultos sentimos todavía esa mezcla entre emoción y estupor que sentíamos cuando volvíamos y recomenzábamos el nuevo curso en el colegio. Esa sensación se ha venido forjando durante tanto tiempo que sigue persistiendo y lo seguirá haciendo a lo largo de toda nuestra vida. Septiembre es un mes de renovación y de grandes expectativas de futuro.

Confiamos en lo que está por venir y le ponemos toda nuestra fuerza e ilusión. Nos ponemos objetivos, nos ponemos a dieta, nos apuntamos al gimnasio y ponemos toda una serie de buenos propósitos e intenciones, sobre los que después será "el tiempo el que dirá" y confirmará.

Septiembre es también el mes de la vendimia, de recoger los frutos de todo lo que llevamos de año para sacar provecho de todo ello. Es el mes en el que la gran maquinaria social se pone en marcha. Septiembre, el mes más activo y con mayor potencial de todo el año, es el que realmente nos catapulta, nos hace crecer y nos hace, al menos durante 30 días, dar lo mejor de nosotros mismos.

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