Opiniones opinables

La más importante de una opinión es que sea opinable y que no se imponga por ningún subterfugio

Iba a exponer mi rechazo a que esas figuras mediáticas, astros deportivos, directores de cine, modistos de postín o astros de la canción ligera, entre otros, nos cuelen sus opiniones políticas sin tener idea. Encima, me han dado alas las valientes declaraciones de Brad Pitt, diciendo que él es un actor, un cómico, un hombre que se maquilla y busca entretener y que qué sabe de la política de China en el Tibet, por ejemplo. ¡Qué ejemplo!

Hasta que se me ocurrió otro ejemplo más cercano, como suele pasarme cada vez que voy a criticar algo. ¿Y qué pasa conmigo, eh, qué pasa? ¿Es que no hablamos los columnistas de lo divino y lo humano sin tener, en el mejor de los casos, más que un lejano título universitario, desvaído por el sol y sacado en su día a trompicones? ¿No sería mejor, en efecto, que disertasen nada más que los expertos de sus temas en tribunas específicas para cada ocasión? Me quedé parado unos instantes, desconcertado.

Después he descubierto que la clave no está en la condición de experto o no del opinador, sino en su autoridad o, mejor dicho, en nuestra absoluta falta de autoridad más allá de los razonamientos, generalmente de sentido común, que apliquemos a cada supuesto. Nuestra fuerza es la vulnerabilidad constitutiva de los argumentos, que siempre pueden ser ridiculizados por un experto o por otro señor de la calle con un sentido común más sensible que el de uno.

El problema de los famosos metidos a opinadores es el trasvase de autoridad. Tienen mucho mérito en lo suyo, gran prestigio y un número enorme de admiradores. Los tienen por su actividad principal, pero aprovechándose de ésta, cuelan de rondón sus opiniones políticas exóticas, pero que, por decirlas ellos, ganarán un peso (un sobrepeso, mejor dicho) en la opinión pública. Incluso puede que estén inmunizados contra la crítica, como el caso de la niña Greta, a la que su infancia dota con un halo de inocencia y casi religiosidad que la acerca al dogma de la infalibilidad.

Todavía es peor cuando se produce un puro círculo vicioso, esto es, cuando el famoso refuerza una opinión porque sabe que es muy común y le hará a él más popular y la opinión se vuelve más común aún. Lo sustantivo del sentido común tiene que ser el sentido, tenga el adjetivo que tenga. Es bueno que quien lo defienda venga solitario o poco acompañado, para que no le importe demasiado quedarse solo defendiéndolo si hace falta.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios