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La colmena
Estamos tan huérfanos de referentes que el mero hecho de escuchar a un personaje público hablar con lucidez y coherencia se convierte en noticia. Más aún si el entrevistador ha persistido durante tres años hasta conseguir el encuentro, si la iniciativa parte de una televisión privada -teóricamente sujeta a la tiranía de las audiencias y el espectáculo- y si, con pocas horas de diferencia, la esperada entrevista al Papa comparte protagonismo con la historia de un cómico subiendo peldaños a la presidencia de Ucrania.
Dejo a un lado la religión pero no los valores; aparto la ideología pero no la política. No cuando nos sobran payasos. Y actores de serie B. Y sobreactuación. El escándalo de Pepe Grillo en Italia no fue más que el principio; en España nos han empezado a dar pistas con la confección de las listas para las generales y lo terminaremos de comprobar en mayo. Lo vislumbran también en Alemania cuando convierten en un asunto de Estado educar contra los argumentos simplistas, lo saben en Facebook cuando se convierten en adalides de la lucha contra las fake news y lo sufren los británicos cuando hasta tienen que inventar palabras para retratar el sinsentido del Brexit. Lo aprendí ayer: preppers (preparacionistas), ciudadanos que acopian víveres y medicinas por si una salida brusca de Europa los lleva al caos.
Siempre son los contextos los que dan la medida de las cosas. Tal vez por eso el Papa -el de los creyentes y el de los ateos- supera el escrutinio de Jordi Évole en La Sextaa golpe de sinceridad, de ironía y de humanidad. El arte de la entrevista siempre es compartido entre quien pregunta y quien responde. Por eso Francisco, así a secas, sin mayores alharacas, sabiéndose famoso ("¿y qué?"), prefiere renunciar al populismo barato del aquí y del ahora para desgastarse en los cambios complejos y profundos. ¿Pudo haber más autocrítica? Por supuesto. ¿Esquivó los jardines que el periodista le puso en el camino? Con mucha elegancia… Pero apliquemos nosotros también sentido común: por muy argentino que sea el Papa, no podemos pedirle que diga que "Messi es Dios"; ni que no vea "raro" que un niño se declare gay; ni que admita el aborto aun en caso de violación; ni que no meta la pata equiparando el "feminismo" al "machismo con faldas"…
Pero pudo adoctrinar y no lo hizo. Pudo refugiarse en la demagogia y lo evitó. ¿Con el Papa se puede conversar y discrepar? Porque eso es mucho más de lo que nos permiten nuestros políticos; más incluso de lo que nos permitimos como sociedad.
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