Cuarto de Muestras

Papel de calco

La política es una labor aprendida para gustar no para gobernar; no les importa caer en ridículo

Cada partido político tiene su escuela de retórica para convertir a sus líderes en verdaderos predicadores de esa extraña doctrina en la que pocos son los llamados y muchos los escogidos. Por eso escuchar a Irene Montero es escuchar a Pablo Iglesias. Las mujeres de Vox hablan bajito y susurrante. Los del PP repiten machaconamente las frases desde tiempos de Arenas. En el PSOE ha surgido un nuevo modelo impertinente de "pitagorines", tipo Albares o Bolaños.

Y es que los políticos de ahora son como los cantantes triunfitos, con sus cansinos trinos aprendidos, sus coreografías, sus vestimentas y sus lugares comunes para poder gustar al gran público y a nadie. Son dependientes de sus asesores de imagen que les diseñan y así destruyen cualquier atisbo de personalidad. Los políticos actuales son producto de mercado y nada de lo que dicen les sale del corazón ni les nace de forma improvisada. La política es una labor aprendida para gustar no para gobernar. No les importa que se note la impostura ni caer en el ridículo. A las malas, son cascarones de huevo que no conocen la incomodidad ni asumen responsabilidades por sus propios actos porque, claro, no los consideran suyos.

En la actualidad Churchill hubiera sido cualquier cosa, menos político. Tres mediocres hubieran ahogado su brillantez, su necesidad de dormir la siesta, sus problemas para pronunciar la "s", su Whisky con soda de los desayunos y los de después. Su eminencia y carisma.

Las llamadas campañas electorales, asoman unas cuantas en el horizonte, son algo trasnochado, sin sentido. Viajan en autobús, con pancarta, megáfono y club de fans. Llegan a los polideportivos de los pueblos con sus camisas remangadas para la ocasión, con su periplo de ridiculeces, de discursos que no dicen nada sobre un fondo de militantes escogidos que mueven sus cabezas como los perros de los coches, de supuestos debates donde no hay discusión pues todo el mundo trae su rollo aprendido. Cuando por fin se acaba la campaña ellos hablan de la fiesta de la democracia, pero no saben que es porque al fin cesa ese tiovivo absurdo.

Se preguntaba hace unos días una amiga mientras tomábamos una copa si volverá a haber políticos normales. Yo, corriendo y sin pensar contesté que sí. Pero en verdad, no estoy segura. Seguiremos teniendo los políticos que nos merezcamos y, qué poquito nos merecemos por lo visto.

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