Tierra de nadie

alberto Núñez Seoane

Payasos catalanes

Cambias la "y" griega por una "i" latina, le quitas la "a" que viene a continuación, y… ¡ale hop!, ¿qué tenemos?, pues tenemos la "Gran Cataluña", ese chiste, burdo y falsario, con el que los nacional-catalanistas -¿a qué me suena esto?- del noreste de España tratan de hacer reír al resto de la nación, y de Europa, sin conseguirlo: "els països catalans", así dicen ellos, los que no saben ni lo que dicen, claro. La estupidez, ya saben, no tiene límites, mucho menos en la Cataluña de hoy, de modo que, "los defensores de la patria catalana", no satisfechos con las cuatro provincias de la Autonomía, emprenden la "cruzada" -aunque mejor, en este peculiar y grandioso caso, habría que decir: "la estelada"- para "recuperar" los territorios de esa histérica nación que tuvo su demostrado origen en el número 13 de la rúe del Percebe -¿se acuerdan?, la del TBO-, justo entre el piso de Rompetechos y el de Pepe Gotera y Otilio, los chapuzas a domicilio.

Leo en la prensa, no en el TBO, que Aragón, Valencia y las Islas Baleares, han elevado una protesta formal a Bruselas quejándose de las continuas injerencias en asuntos que les son propios, por parte del gobierno de Cataluña. Los nacional-catalanistas, esos que han convertido la Generalidad catalana en una casa de citas, decididos defensores de la libertad y la democracia, no renuncian -no podía ser de otro modo- a la reunificación de su territorio nacido en el albor de los Tiempos, antes que la misma Europa fuese tal. Es la sagrada empresa que la Historia, y su titánico deber patriótico, les exige, no importa que todo sea una farsa ni lo que piensen los aragoneses, valencianos y mallorquines, lo único que importa es "su" Cataluña.

Dentro de la comparsa que, al son de una chirigota devenida en rancia y excluyente sardana, intenta salvaguardar la pureza de la raza catalana, tristemente prostituida por el mestizaje con los bárbaros pueblos del resto de España, brilla con luz propia Artur Mas, el bombero torero de la charlotada. Es el líder llamado a "desfacer" los entuertos que una, que se dice nación -España-, se ha empeñado en institucionalizar a base de mentiras, desfalcos, atentados a la exclusividad de Cataluña y toda una serie de tropelías que los catalanes han soportado -hasta que llegó "Él"- con admirable y poco reconocido estoicismo.

La irrenunciable -por justa, realista y conveniente- misión que el destino le ha encomendado, es un pesado lastre con el que Artur ha de saber vivir. La mediocridad que caracteriza su buen hacer, junto con el cinismo que desborda su carácter y la mezquindad que adorna su talante, serán circunstancias determinantes para alcanzar el buen fin de la colosal empresa que ocupará sus días y que, sin duda, le reservará un puesto en la Historia: el de "caganer" en un belén de la Mancha, de cuyo nombre, nadie querrá acordarse. No podemos olvidar a sus camaradas, compañeros y amigos -unos expoliando el Palau, otros prevaricando con las ITV, estos -por corruptos- con su sede embargada por la Justicia, aquellos con bolsas de basura llenas de billetes de 500 euros camino de Acapulco-; ellos son los que dan el apoyo, desinteresado y espiritual -desde siempre que haya habido una "pela" que llevarse-, que le anima a no desmayar en ese loable y ejemplar empeño por engañar a los catalanes, escarnecer y falsear la Historia, deshonrar la política, ciscarse en España y burlarse de Europa.

Pero si hay algo que motiva a este adalid de la pureza étnica catalana - ¿a qué me recuerda esto?-, algo que empuja con inusitado fragor a este defensor intransigente del exclusivismo delidioma catalán, algo que anima a este salvador de patrias estreñidas a saltarse la Ley, despreciar al Tribunal Constitucional, ignorar las normas de convivencia, reírse de la Constitución y enarbolar la bandera de un independentismo de Carpanta y Mortadelo, ese "algo" es el recuerdo, permanente e indeleble, de aquella butifarra del Alto Ampurdán que se le apareció en Canaletas -siendo aun el joven Mas aquel maletilla que daba sus primeros muletazos en el arte que admira e impulsa- para desvelarle su destino, para revelarle que era él -y no otro- el elegido, no para protagonizar "Matrix", si no para devolver a la Gran Cataluña la condición de nación independiente que siempre, digo "siempre", tuvo; para reintegrar los territorios aledaños, de siempre catalanes, anexionados por los vándalos hispánicos; recuperar los documentos expoliados del Archivo de Salamanca, catalanes, de siempre; aclarar el reconocimiento del auténtico origen de Cristóbal Colón -era catalán- y descubrir la verdad sobre las aventuras de D. Alonso Quijano, que cabalgó por Tarragona y no por tierras de Campo de Criptana o Tomelloso.

Es una triste historia, la sufrida por el pueblo catalán, que su ahora mesías sabrá reconducir haciendo que sea la verdad, la única verdad, la que prevalezca. Él sabrá recuperar el espíritu de la "Gran Catalunya" y colocar, sin duda, a cada cual en el sitio que le corresponde. Él podrá, también, resarcir a Cataluña de tanto oprobio, tanta devastación y tanta injusticia padecida, soportada y sufrida bajo el látigo hispano. Él, volverá a abrir la puerta Grande de la Monumental de Barcelona para, a hombros de la cohorte que sustenta sus ideales, enarbolar con legitimo y "cuatribarrado" orgullo -lástima que sus colores coincidan con los de la bandera del opresor-, las dos orejas y el rabo de la bestia, cruel, despiadada e injusta; bajo cuya ignominiosa zarpa, reconocidos catalanes como Rompetechos, Carpanta, Pepe Gotera, Otilio, Mortadelo y el mismísimo bombero torero resistieron la ocupación, el escarnio y hasta el martirio.

No hace falta ir al circo, como dijo Chiquito: "el que quiera payasos que se quede en casa".

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