Cuarto de Muestras

Pedid perdón

No puede ser, a la vez, la orgullosa promotora de la ley y víctima de los desaguisados que no ha sabido prever

Se acerca el día de la Mujer. Prepárense para escuchar discursos grandilocuentes, disputas y apropiaciones de su defensa como si la Mujer fuera un ave protegida, un frágil jilguero de vistoso plumaje, al que anillar y controlar y aleccionar y manipular. Muchos de los que tienen en su mano mejorar la vida de todos, al menos para eso ostentan el poder que le conferimos en las urnas, se agarrarán a una pancarta r­eivindicativa que, paradójicamente, va dirigida contra ellos. Contra quién si no. Alzarán la voz, recorrerán las calles en manifestaciones convocadas para hacerse oír, precisamente, ante el gobierno que ejercen eludiendo su propia responsabilidad.

El día debería de empezar con el gobierno pidiendo perdón, pero no pasará. Nadie lo ha hecho hasta ahora y no creo que estén esperando fecha tan señalada. Me duele como mujer, me cabrea, que Irene Montero no haya dimitido como ministra. Implica un hondo desprecio a las víctimas, una infantilización de la política y una incapacidad manifiesta. Si hizo suya la bandera de la reforma del sólo sí es sí, por qué no asume la responsabilidad de sus resultados perversos y nos vende que todo se debe al machismo de los jueces (que, por cierto, conservadores y progresistas le advirtieron de lo que pasaría, antes de aprobar la ley).

No puede ser, a la vez, la orgullosa promotora de la ley y la víctima de los desaguisados que no ha sabido prever. No se puede legislar sólo con intenciones laudables sino con conocimiento y técnica y, sobre todo, escuchando a los que saben. No se puede ser enérgica ministra de Igualdad y cascarón de huevo cuando las cosas salen mal. Está esperando, una muestra más de incompetencia, que cesen las cifras y se calme la alarma social.

Más hipócrita aún resulta la postura del socio mayoritario del gobierno, que apoyó la aprobación de la ley y hoy no sólo se desentiende, sino que se erige en su máximo y encomiable reformador, como si lo que ha pasado fuera un fenómeno meteorológico imprevisible y no el resultado de la aplicación del propio Código Penal.

Como toda novela ejemplar tiene una moraleja. Montero ha aprendido lo peligroso que es jugar con fuego y el PSOE que quien con niños se acuesta, mojado amanece. Ambos, que el tiempo, lejos de calmar la situación, juega en su contra y en contra de todos. Bueno no, de los violadores no.

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