La nicolumna

Nicolás Montoya

Pendón de aeropagita

10 de octubre 2013 - 01:00

CON tanta enajenación mental no hay quien se pueda hacer una composición de lugar para poder comportarse dignamente. Esto es lo que hay. Es la mejor versión de los países enjabonados de miedo escénico, de comunidades reventadas por los chorizos, de ciudadanos henchidos de paciencia o de ciudades festivas de los otoños sin contenido. Por eso, en ese continente se echa en falta más enjundia. Aunque el santo de ayer llevara la cabeza entre sus manos. Hay que ser serios y hablar claro. Con la enorme variedad de gente interesante a la que escuchar o leer estamos abocados a las perogrulladas de los políticos de turno o las nimiedades de las políticas cotidianas. Con la enorme facilidad con que nos quitan derechos, no hay quien pueda preocuparse del futuro de sus hijos. Con la barbarie tercermundista de tener que soportar ideas reaccionarias, no hay quien pueda cantar una oda de ilusión. Con la ingente cantidad de personas que están entretenidas en las colas del paro, no hay quien tenga tiempo ni pueda acudir a trabajar. Con las enormes facilidades que nos dan para la cultura, no queda tiempo ni para leer el marca. Con la variedad de propuestas de parques y de planes ecológicos, no queda sitio ni para alguna ciudad del flamenco. Es por eso, que con tan buenas temperaturas no hay quien pueda quedarse a la celebración jerezanísima del pendón y del cabildo centenario sin hacer una escapada a la playa para aprovechar el sol picante de octubre. Escapada vacía tanto o más que la mismísima celebración a la que aludimos. Con tanta celebración de patrones, las matronas no dan abasto, los ginecólogos se dedican a terciar ecografías y la memoria histórica brilla por su ausencia. Méritos no hacen para ser recordados en la historia, pero pobres de quienes osen sentirse partícipes de ella. La historia se escribe con palabras, con renglones torcidos y con gente de bien. Algo que ahora mismo suena a chino, más aún cuando ni san Dionisio, ni Fortún de Torres o la mismísima congregación de aeropagita son señas de identidad.

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